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jueves, 16 de abril de 2015

Se habla de imperativo de un rediseño del equipo político de Palacio

Boletas de Peñailillo a empresa de Martelli lo golpean en su momento más débil como ministro del Interior

El complejo momento que atraviesa el jefe político del gabinete radica en la crítica generalizada a la falta de liderazgo que demostró para enfrentar y manejar la crisis que desató el caso Caval y las esquirlas de la investigación de la Fiscalía a la arista SQM. Su entorno, además, se ha enfrascado en una insólita disputa de intrigas, acusaciones y filtraciones con el PS y su timonel, en el momento menos oportuno.
peñailillo

No hay nada ilegal, no hay delito, pero en el actual contexto político las cuatro boletas que el ministro del Interior, Rodrigo Peñailillo, entregó durante los primeros cuatro meses del año 2012 a la empresa de Giorgio Martelli –recaudador de platas de campaña que facturó a SQM– salpican inevitablemente al corazón mismo de La Moneda. Fueron asesorías que se realizaron, todas tienen respaldo, pero el problema es el momento en que se conocen públicamente, que es el menos indicado, cuando arrecian las críticas a las falencias de la gestión política del secretario de Estado para conducir la crisis que se generó desde el caso Caval y con fuertes rumores en el oficialismo que apuntan a que ya no goza de la inamovilidad absoluta en su cargo.
Entre enero y mayo del año 2012, Peñaililo entregó cuatro boletas a la empresa Asesorías y Negocios SpA, la que a su vez facturó para SQM Salar, filial de Soquimich, involucrada en la investigación que lleva adelante el Ministerio Público por las irregularidades en el financiamiento de campañas políticas. El ministro salió a los pocos minutos a reconocer ese vínculo laboral y personal con el operador político: “A principios de 2012 yo trabajé durante cuatro meses en una empresa de Giorgio Martelli, en mi calidad de profesional y como magíster de análisis político”, afirmó, sin detallar el tipo de trabajo que cumplió a pesar de la insistencia para que explicara las funciones que desempeñó.
Una respuesta que se evaluó bien en el papel, pero que en términos de performance dejó varias dudas, porque se le observó complicado, visiblemente nervioso, al punto que incluso le tiritó por varios minutos uno de sus ojos mientras enfrentaba las cámaras. “El mundo político lo vio débil”, advirtieron desde el oficialismo.

Hace semanas que algunos asesores de Gobierno y dirigentes políticos comentaban, en estricta reserva, que circulaba el nombre de Peñailillo como uno de los ministros que podían aparecer con boletas. Anoche, en entrevista con Canal 13, el ministro dijo que no había informado al comité político ni a la Mandataria de estas boletas, porque “es un tema mío”, fue “un pituto” y que no se debe involucrar a La Moneda en este tema.
Las boletas del ministro tienen una explicación. Una vez finalizado el primer Gobierno de Bachelet, Peñailillo se fue en abril del 2010 a estudiar por dos años a Inglaterra con una beca obtenida por la Agencia Española de Cooperación. Al regresar a Chile, Martelli le ofreció “ayuda” para insertarse laboralmente, por lo que realizó tres informes sobre el impacto de las crisis económicas en las políticas sociales, respecto de lo cual dio cuatro boletas, cada una por un monto superior a los tres millones de pesos entre enero y mayo del 2012.
En La Moneda el tema fue un balde de agua fría, ya que si bien no hay nada ilícito, se asume que en “la situación actual” viene a complicar al Gobierno y representa “un golpe fuerte que aún se está procesando”.  No es para menos, si se trata del conductor del gabinete, el hombre de confianza de Bachelet, quien no atraviesa su momento de mayor fortaleza política el último mes.
En quienes componen el entorno más estrecho de Peñailillo –que no gozan de la aprobación ni buena evaluación de la Nueva Mayoría por considerarlos una suerte de corte palaciega– se entendió y explicó todo este episodio como parte de una “conspiración” para hacer caer al ministro del Interior. Una tesis que lleva semanas instalada en el patio de Los Canelos –donde están las oficinas del Ministerio– y que en la práctica ha tensionado sobremanera las relaciones en el Palacio de Gobierno, porque responde a pugnas de poder “intramuros” en La Moneda de este núcleo de asesores –liderados por Robinson Pérez– con el PS.

Nadie está seguro

Antes de las boletas, ya soplaban vientos complicados para Peñailillo por varias razones. En la entrevista que el domingo dio a TVN la Presidenta Bachelet, se le preguntó por el cambio de gabinete y específicamente si el ministro del Interior gozaba de su confianza, a lo que la Mandataria respondió que “mientras los ministros están en el cargo gozan de toda mi confianza, si en algún momento necesito hacer un cambio de gabinete lo haré de manera decidida y clara”.
Fue transversal en el oficialismo y también en el Gobierno la lectura de sus palabras: que “fue fría”, que fue “distante”, que estuvo a “años luz de la forma en que siempre hablaba de él” y que dejó claro que “nadie está asegurado en el gabinete”.
En todo caso, la debilidad política que atraviesa el ministro del Interior no radica en esa declaración de Bachelet, sino que en la crítica generalizada a la falta de liderazgo que demostró para enfrentar y manejar la crisis que desató el caso Caval y las esquirlas de la investigación de la Fiscalía a la arista SQM, donde ha intentado poner un dique de contención a la investigación que lleva el Ministerio Público, oponiéndose dentro del Ejecutivo a quienes enarbolan la tesis del caiga quien caiga.
Tanto al interior del Gobierno como en la Nueva Mayoría recalcan que uno de los principales problemas es la “falta de autocrítica” del entorno de Peñailillo, lo que le impide rectificar el rumbo. “Ha demostrado inseguridad”, “no está ejerciendo poder ni influencia”, se ha “autoaislado” y “se ha preocupado más de mantener su puesto”, son algunas de las evaluaciones que hacen asesores gubernamentales y dirigentes oficialistas.
Quienes defienden a Peñailillo afirman que ningún ministro del Interior habría sorteado mejor el impacto de la bomba del caso Caval, porque pegó en la línea de flotación de la actual administración, desanimó a toda la coalición y afectó en su fuero personal a Bachelet, dejándola visiblemente afectada por casi dos meses. Los que lo critican, precisan que ese era precisamente el momento en que el ministro debió “protegerla”, “mostrar liderazgo” y “manejar la crisis”, lo que en los hechos no fue tal.
Ponen sobre la mesa que la agenda y el programa gubernamental han estado totalmente “desdibujados” los últimos dos meses, que la reuniones de comité político con los partidos “son totalmente inconducentes, sin mirada estratégica” y que el Gobierno “se ha visto contra la muralla”. En ese sentido, los detractores de la gestión de Peñailillo afirman que los buenos conductores políticos no son los que lucen cuando el viento es favorable, sino que “se demuestran en las tormentas y cómo logran salir de ellas”.
Este escenario ha sido caldo de cultivo para la asonada de la vieja guardia de la Concertación, que vio espacio para tratar de regresar a la primera fila de la política. Basta señalar el ejemplo del ex ministro José Miguel Insulza, que el fin de semana mandó el recado público por distintos medios de comunicación al afirmar que, ahora que termina su mandato en la OEA, esta “disponible” para volver a la política nacional.
No hay dos voces en el Gobierno, en La Moneda ni en el grueso de la Nueva Mayoría para descartar de cuajo cualquier fórmula que implique que la Presidenta Bachelet considere recurrir a alguna figura de la otrora Concertación para sumarla a su gabinete. “Eso sería el freno a las reformas, no va a suceder”, sentenciaron en Palacio.
Dicho eso, igual en el Gobierno se habla de la “debilidad” de Peñailillo, que está “deteriorado” y, por tanto, toma fuerza –aseguran– la posibilidad de que salga del gabinete o que sea enrocado a otra cartera.
“O la Presidenta lo saca o hace un cambio radical en el diseño del comité político”, advierten al unísono en el oficialismo. Dicen que La Moneda no puede seguir como hasta ahora, con un modelo de conducción política que era eficiente cuando las cifras de las encuestas eran favorables, pero que no es eficiente en pos de atravesar la crisis y volver a gobernar para terminar el mandato en buenas condiciones.
Se habla de que la Mandataria está evaluando –o debería– rediseñar el comité político, cambiando a sus actuales integrantes o “reempoderando” a Peñailillo.
“La Presidenta necesita un ministro del Interior, una persona que no tenga ninguna aspiración política, para que esté dispuesto a quemarse a lo bonzo por ella y que sea capaz de tomar las decisiones más dolorosas”, sentenciaron en la Nueva Mayoría.
Muchos dudan que la Presidenta saque a Peñailillo, es una de las personas a la que le tiene mayor confianza, tienen una relación “muy profunda ambos”. A pesar de eso, circulan nombres como posibles alternativas, que cumplen el perfil de cercanía, sintonía y confianza, como el de su actual jefa de gabinete, Ana Lya Uriarte, la que desde que llegó a ese cargo ha sido reconocida por su manejo político y buena relación con los partidos y en especial con el subsecretario de Interior, Mahmud Aleuy.
Cualquiera sea la decisión de la Presidenta, lo cierto y reconocido por todos es que el principal problema que tiene La Moneda en estos momentos no es sacar a los ministros de sus cargos, sino que hay problemas de “elenco” en las huestes oficialistas para hallar con quiénes reemplazarlos.

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