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lunes, 6 de septiembre de 2010

Chile: 33, número de muerte y resurrección


por Hernán Rivera Letelier (Chile)

(...) "Después de investigar lo salvaje de la explotación de los obreros en nuestro país, especialmente en la pampa, percibo que esto ha cambiado poco.Ha cambiado en la forma pero sigue manteniéndose. Y el 11 de septiembre de 1973 fueron cercenadas de un solo tajo todas las reivindicaciones que habían logrado los obreros.Se hizo un plan laboral a favor de los patrones que aún hoy tienen el descaro de seguir pidiendo flexibilidad laboral. La explotación continúa." (...)

Hernán Rivera Letelier, escritor chileno contemporáneo, en un reportaje sobre su libro referido a la matanza de trabajadores del salitre en 1907, perpetrada por el Ejército contra huelguistas y sus familias en la Escuela Santa María de Iquique.

Estimados amigos,Hace pocos días, compartíamos con Uds. nuestro envío "La larga noche de los mineros chilenos". ( SERPAL 425-10 ) . Allí informamos sobre las circunstancias en las que se produjo la tragedia que sepultó a los 33 trabajadores de la mina San José, en Atacama, y del afortunado contacto desde la superficie tras 17 dias sin noticias.

También hacíamos mención del comienzo de la operación de rescate con la potente maquinaria australiana que busca horadar la roca hasta los 700 metros generando un agujero de 66 cms. en el cerro, por el cual puedan ascender uno a uno todos los mineros. En esa nota mencionábamos la historia de accidentes ocurridos en esa mina y de las violaciones de las normas de seguridad por los propietarios del yacimiento.También del intento de los empresarios de eludir toda responsabilidad, tras "desaparecer" durante dias que siguieron al derrumbe.Comentábamos la operación del presidente Sebastián Piñeyra para convertir el suceso en un show propagandístico, aún a costa de retener la noticia del hallazgo hasta su llegada al lugar, para centrar en su propia figura, todo el protagonismo del esfuerzo de los técnicos que lograron el contacto con los mineros sepultados en la entraña del cerro.Pero ahora, los medios de comunicación, en especial los canales de TV, las empresas privadas y el oficialismo, han coincidido en hacer del rescate un espectáculo que desplace a un segundo plano cualquier planteo sobre las condiciones del trabajo minero, y el incumplimiento de las normas por parte de muchas empresas que hacen prevalecer el beneficio económico sobre la seguridad de sus trabajadores.El ruido mediático frivoliza, enreda, pontifica, "entretiene", pero sepulta las verdades que rodean el suceso. Despojan de contexto la tragedia, y la reducen a una especie de "fatalidad", de la que se sale como "por milagro". Por eso, creemos que la reflexión que hoy publicamos del escritor y ex minero chileno Hernán Rivera Letelier, es una excelente, lúcida y pasional continuidad de nuestro enjuiciamiento a la falta de seriedad y de perspectiva crítica de muchos medios y empresas chilenas, y también del propio gobierno.Creemos que esa línea, es la de solidaridad más efectiva, no solo con los 33 y sus familiares, sino con todos los trabajadores mineros de Chile.

Redacción de SERPAL

Servicio de Prensa Alternativa.


33, número de muerte y resurrecciónHernán Rivera Letelier.

Me han pedido mucho que escriba sobre los mineros sepultados en la mina San José, de Copiapó. Me han llamado medios de distintos países, me han ofrecido estipendios por artículos de tantas palabras o caracteres en diarios, en revistas, en sitios de Internet, y hasta me han ofrecido hacer un guión para una película. "Porque usted fue minero, nos interesa su visión de lo que está ocurriendo con esos 33 hombres". Yo me he negado sistemáticamente. Solo he aceptado entrevistas. Ahora escribo para explicar por qué me he negado. Me he negado justamente por eso, porque también fui minero, y escribir ahora sobre estos compañeros sepultados, hacer literatura con su tragedia, sería como sentarme a escribir un cuento o un poema ante el lecho de muerte de mi padre, de mi hijo, o de mi hermano. No sirvo para eso. Mi ética no me lo permite. Puedo ser un hijo de puta en muchos aspectos, pero nunca en algo como esto. Mi ética es mi estética y viceversa. Estoy sufriendo la tragedia como la estamos sufriendo todos, he llorado como hemos llorado todos, grité de felicidad como todos cuando supe que estaban vivos -no salí a tocar la bocina de mi auto porque no tengo auto, pero en casa izamos una bandera rayada con un mensaje de fuerza y esperanza-, y aunque nunca fui ni seré un patriotero -me carga por ejemplo que toquen el himno nacional en los partidos de fútbol- el corazón se me puso como un puño cuando oí sus estrofas saliendo desde las fauces de la tierra, épicamente desentonadas por la voz ronca de estos 33 chilenos humildes.

Yo andaba por Centroamérica cuando me enteré de la noticia. Al primer medio que me llamó desde Chile -los mineros llevaban cuatro o cinco días enterrados- les dije que si esos hombres no habían muerto sepultados por el derrumbe, iban a sobrevivir hasta que los encontraran. Dije textualmente que me los imaginaba allá abajo organizándose, dándose ánimo entre ellos, narrándose historias, contándose chistes, inventando mentiras. Que los mineros, como los pescadores, eran hombres acostumbrados a luchar contra la adversidad, contra la fuerza de la Naturaleza, que eran ingeniosos, que eran aperrados, que no se echaban a morir fácilmente. Que eran muy creyentes. Ahora que saben que sabemos que están vivos, ahora que saben que sus familias los esperan, y entienden que tendrán que soportar aún una larga espera, su ánimo no desmayará, seguirán resistiendo. De eso estoy seguro. Son 33, un número sagrado. Yo cuando era niño y vendía diarios por las calles -en uno de mis libros lo consigno-, solo vendía 33 diarios, con eso me alcanzaba para comer y nunca me quedaba con diarios que regresar. Treinta y tres era la edad de Cristo, y eso me daba suerte. Soy supersticioso igual que todos los mineros. El 33 es el número de la muerte y la resurrección.
Ellos estaban muertos y resucitaron. Dos cosas solicito para estos mineros, si es que se pudiera. Solo dos cosas. La primera, al Gobierno, que no desaproveche esta oportunidad de oro que tiene de pasar a la historia -junto a los 33-, haciendo cambios profundos en la legislación laboral de la pequeña minería, para que nunca más vuelvan a ocurrir desdichas como esta -y de pasadita que haga colgar de los testículos a los dueños de la minera-. La segunda va para los medios de comunicación: que no transformen esta larga temporada en el infierno de nuestros compatriotas en un vulgar "reality show". Una vez que estén afuera que hagan el espectáculo que quieran -con su anuencia o sin ella-, pero por ahora que respeten el dolor, el suplicio, el padecimiento indecible que significa estar ahí, con millones de toneladas de roca encima, a 700 metros por debajo de la vida, en la boca del estómago del mismísimo infierno. Pónganse en su lugar. A ver si alguien puede siquiera imaginarlo.

- Fuente: diario "El País", España.
* Apuntes biográficos sobre Hernán Rivera Letelier, autor de este artículo.

Recientemente, preguntado sobre la posibilidad de recuperar un movimiento sindical fuerte, como el que se forjó entonces en el norte de Chile, Hernán Rivera Letelier respondió: "

Es que estos hijos de puta hicieron tan bien las cosas en dictadura, nos cagaron tan bien cagados, anudaron tan bien esa nueva Constitución de 1980, que es una monstruosidad. Enfardelaron de tal modo la democracia, que llegó amarrada por todos los costados, y ha habido que empezar a desatar nudos. Se han desatado muy pocos y existen otros que podrían haberse desatado hace rato pero hay poca voluntad de hacerlo, me parece. La gente está decepcionada. A los sindicatos los dispersaron, los dividieron. Hoy el trabajador está completamente desprotegido”.

Una ajustada síntesis del Chile actual, heredado de la dictadura...y de la Concertación, la coalición política que gobernó el país en los 20 años siguientes.

( * Nota de la redacción de SERPAL).Septiembre de 2010*


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