Claves sobre las 43 muertes que remecen a México
- Mladen Yopo
- Doctorado de la Universidad de Leiden
- http://www.anepe.cl
-
- En lo formal, los testimonios de la Fiscalía General apuntan a que en
la masacre de los 43 estudiantes desaparecidos (26/9) en Iguala,
Guerrero del Sur, México, fueron asesinados e incinerados por tres
sicarios del cártel Guerreros Unidos para “defender su territorio” (www.elcomercio.com,
11/11/2014). Sin embargo, el gran culpable de estas y otras miles de
muertes y desapariciones y de la tremenda inseguridad que padece México,
es el fracaso de la política a partir de la profunda descomposición
institucional-societal que han provocado los fenómenos de la corrupción y
el narcotráfico y la impunidad que les han seguido.
Los estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa habían viajado a la
ciudad de Iguala (140 mil habitantes y a 200 km de la capital) para
recaudar fondos para su escuela, utilizando varios autobuses de los que
se habían apoderado por la fuerza, una práctica común en sus
movilizaciones. La escuela de Ayotzinapa es conocida por su ideología
socialista y su gran activismo. En el patio central de ella lucen
murales de personajes como Karl Marx, Mao Zedong y Ernesto ‘Che’
Guevara, y en sus aulas se formaron algunos líderes de las guerrillas
mexicanas de la década de los 70, como Lucio Cabañas. Los normalistas, considerados
radicales y revoltosos, no eran bienvenidos. En junio del año anterior,
tras el asesinato y tortura del líder campesino Arturo Hernández
Cardona, miembros de su propio Partido de la Revolución Democrática
(PRD, izquierda) junto a los estudiantes acusaron del crimen al ahora ex
alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, y atacaron el
ayuntamiento.
Los sicarios y los policías, que en Iguala viven (o vivían) en una
armoniosa simbiosis, creyeron que los jóvenes iban a repetir los
desordenes, pero esta vez no contra el alcalde, sino contra alguien aún
más poderoso: su esposa, María de los Ángeles Pineda Villa, quien
dirigía las finanzas del cartel de Guerreros Unidos en la ciudad. Los
vínculos de Pineda Villa (hoy detenida junto su esposo) con el
narcotráfico vienen desde lejos: es la hija de una antigua operaria de
Arturo Beltrán Leyva, el “Jefe de Jefes” (muerto el 2009) y hermana de
quienes habían creado por orden de éste el embrión de la organización
criminal Guerreros Unidos con el objetivo de enfrentarse a Los Zetas y a
La Familia Michoacana. Y cuando ambos hermanos fueron ejecutados y
arrojados a la carretera de Cuernavaca, ella tomó las riendas en Iguala,
protagonizando junto con su marido un fulminante ascenso económico (son
dueños de 17 propiedades en la ciudad, incluido un imponente centro
comercial) que ahora quería completar con uno social y ser electa
alcaldesa el 2015. Desde prisión, miembros del cártel narcotraficante
Guerreros Unidos describen a esta mujer no sólo como una aliada sino
como la “principal operadora de actividades delictivas” desde la
alcaldía de Iguala.
Para completar el sueño de Pineda Villa, ese 26 de septiembre se
había preparado un gran acto de lanzamiento de su carrera electoral. Sin
embargo, la irrupción en la ciudad de los normalistas les hizo temer
que fuesen a echar a perder la ceremonia y el alcalde exigió a sus
subordinados de la policía municipal que los detuviesen y entregasen a
sicarios de Guerreros Unidos (www.elpais.com,
08/11/2014). Desde la cárcel el capo de esta organización criminal,
Sidronio Casarrubias, declaró que la noche de las desapariciones fue
informado por su lugarteniente en Iguala que los estudiantes eran parte
de un grupo criminal rival (Los Rojos) y por ello avaló las acciones “en
defensa del territorio”.
Las Causas de Fondo
Estas muertes en el contradictorio estado de Guerrero con su
producción de oro y de turismo (playas y hoteles) y un 70% de la
población que viven en la pobreza, no son las primeras ni serán las
últimas relacionadas al negocio del narcotráfico en México: la violencia
es parte de él. En el Informe Mundial sobre las Drogas 2014 de Oficina
de Crimen y Droga de la ONU (UNODC), se constataba un total aproximado
de 183 mil muertes relacionadas con las drogas en el 2012 en el mundo,
con un margen de variación de bajar o subir de 95 mil a 226 mil (www.unodc.org/documents).
Pero volviendo al caso de México, Jorge Castañeda habla de los 70 mil
muertos y 25 mil desaparecidos a lo largo de todo el país producto de la
violencia de la guerra entre el narcotráfico y contra el narcotráfico
(incluyendo las ejecuciones extrajudiciales) solo durante el gobierno de
Felipe Calderón, 2006-2012 (www.elpais.com, 14/11/2014). Desde que asumió el Presidente Peña Nieto se han reportado 10 mil desaparecidos (Telesur).
Pero el tema va más allá de esta guerra en contra del crimen
organizado y sus muy lucrativos negocios como ya los constataba el
informe 2010 de la UNODC, el que aseguraba que la delincuencia
organizada derivada de los mercados de la droga, el tráfico de armas y
de seres humanos suponía en 1,5 % del PIB mundial, el 7% de las
exportaciones globales de mercancías (en ese año superaba los 700.000
millones de euros al año) y que el 70% de esos ingresos ilícitos se
podían blanquear a través del sistema financiero regular. En el caso de
México este fenómeno delictual se relaciona a otro tema que ha
erosionado toda la institucionalidad desde hace varias décadas: la
corrupción. Así en Iguala los malos también eran parte del Estado, pero
no es una excepción (por ejemplo en Amacuzac-Morelos la mitad de los 54
policías trabajaba para el crimen organizado).
Lord Acton decía, en su tan citada frase, de que el poder corrompe y
el poder absoluto corrompe absolutamente. Y quien tuvo el poder absoluto
en México casi desde los inicios de la revolución (noviembre de 1910) y
por casi 70 años fue el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y lo
mantuvo en términos hegemónicos entre 1929 y 1989, cuando perdió por
primera vez una gubernación, la del estado de Baja California (ante el
candidato del PAN); posteriormente perdería la mayoría absoluta en la
Cámara de Diputados en 1997 y el senado en 2000. Desde 1929 todos los
presidentes de México fueron miembros del PRI o sus partidos
antecesores, hasta que se produjo la primera alternancia en el poder de
manera pacífica en un siglo, en las elecciones federales del año 2000,
cuando ganó por primera vez la oposición con Vicente Fox del Partido de
Acción Nacional de derecha (PAN).
Más allá de situar el problema de la corrupción en la Constitución de
1917 o en las presidencias de Adolfo de la Huerta en 1920 o de Plutarco
Elías Calles en 1924, lo cierto es que fue la institucionalización
(sentidos y formas que adquirió) en México que pusieron fin al proceso
revolucionario, a la vez terminaron imponiendo una hegemonía
corporativista que ha secuestrado el Estado hasta hoy (gran debilidad
del Estado de derecho entre otros). Como lo expresa el sociólogo Roger
Bartra, es “la continuidad de una antigua putrefacción” con sus
mecanismo de caudillaje y represión que se impusieron posterior a la
Revolución de 1910. Es decir (agrega), “son élites de poder ligadas al
PRI o a sucesores del PRI (perpetuadas a nivel local y estatal) que
manejan los negocios en sus regiones, monopolizan el poder y mantienen
los cuerpos policiales y estructuras gubernamentales corruptas para
evitar un proceso de transición democrática” (www.elpais.com 27/10/ 2014).
Ya casi hace una década (2005) un artículo del diario La Jornada
expresaba que “la corrupción, el fraude y las conductas deshonestas”
tenían un costo de 81 mil millones de dólares anuales en México, 12% del
PIB, citando un estudio de la consultora privada CEI hecho a 1.346
empresas. Este estudio destacaba además, que las pequeñas y medianas
empresas (Pymes) pagaban en sobornos cada año unos US$ 29 mil 700
millones (4.5% del PIB de entonces) y que el 43% de ellas lo hacía forma
regular gastando 10% de sus ingresos anuales. Pero casi más preocupante
que lo anterior, es que hace tiempo la corrupción es parte sustantiva
de la cultura nacional. Así, por ejemplo, el gerente general de CEI
destacaba que los mexicanos se inician en prácticas corruptas en
promedio a los 12 años (en especial con el pago de sobornos a
profesores) y que existe 87% de posibilidad de que paguen sobornos al
menos una vez en la vida (otros estudios hablan de un 25% del sueldo de
los más pobres destinados a la coima). En el caso de las Pymes, 63%
reveló haber sido víctima de fraude, muchas veces por parte de los
propios empleados, con costo un total por año de unos US$ 13 mil 200
millones (www.jornada.unam.mx/2005/08/11).
La ambición desmedida, la centralización y concentración del poder
(poco check and balance), el monopolio de la información (Periodista sin
Fronteras califica en 2014 a México en situación dificultosa), el
control del comercio y las industrias, el exceso de burocracia para un
servicio o trámite, sueldos bajos de los funcionarios públicos,
relajación ética privado-pública, falta de participación ciudadana
(particularmente en el control de la gestión pública), entre otros, han
favorecido en México el abuso de poder y acciones reñidas con las leyes y
valores de la sociedad en vista al logro del poder y del
enriquecimiento ilegal/ilegítimo o simplemente para consagrar un
objetivo. Según estimaciones del Banco Mundial, la corrupción en México
aún se supone que es más del 9% del PIB (el gasto en educación es de
alrededor del 6%) (www.sdpnoticias.com/columnas 21/04/2013), mal que sólo beneficia a unos cuantos a costa de la mayoría de los ciudadanos.
El historiador Lorenzo Meyer ancla este problema en una transición
democrática inacabada y que sigue arrastrando el pecado original de la
impunidad política, por cierto con la complicidad de casi todos. Dice
que “la Revolución perfeccionó el autoritarismo de Porfirio Díaz al
dividirlo en sexenios en los que el presidente era el único al que cabía
entregar cuentas. La irresponsabilidad institucional se volvió una
fórmula de la clase política. Luego vino el supuesto cambio democrático y
Fox (Presidente el 2000) dijo que iba a meter en cintura a los peces
gordos y no lo hizo. Iguala nos muestra que seguimos teniendo una clase
política que, sea de izquierda o de derecha o de centro, tiene los
mismos intereses y comportamientos enrarecidos, y que sus instituciones
de seguridad y justicia están tan carcomidas que no existen” (www.elpais.com 27/10/ 2014).
Cadena y Fragmentación Perversa
México se encuentra en el lugar 107 de 157 en el listado de
corrupción de Transparencia Internacional y, por lo mismo, se dice que
es más fácil tener un billete listo que respetar las leyes y es por eso
que se tiene una cultura legal deficiente también. Si a la gran pobreza y
corrupción entonces, sumamos que la historia de Guerrero ha sido, como
lo expresa Enrique Krauze en su artículo “México bárbaro” (www.elpais.com
09/11/2014), “una secuela de despojos, golpe, traiciones, desafueros,
desconocimientos, derrocamientos, divisiones dirimidas a balazos y
asesinatos: es decir una cultura violenta por decirlo más simplemente; y
a la vez, tiene una geografía intrincada e incomunicada, de difícil
acceso, la zona ha sido un paraíso para el narcotráfico, donde muchos
alcalde y sus aparatos lo resguardan, se asocian o se convierten en los
propios con la omisión o complicidad del resto del aparato público (en
Iguala el Ejército tiene una importante unidad que no hizo nada a pesar
de la cercanía). Como dice Peter Eigen, presidente de la Transparencia
Internacional en el Informe de Corrupción Mundial 2004: “El abuso del
poder para lograr ventajas políticas afecta a quienes pagan impuestos y a
los tenedores de acciones corporativas en todo el mundo y niega a los
más necesitados los servicios públicos básicos, creando un grado de
desesperación que genera conflicto y violencia”
(www.monografias.com/trabajos36/mexico-corrupto).
En este marco institucional se desarrollaron los grandes carteles:
Sinaloa, Beltran Leyva, Los Zetas, Juárez, del Golfo y Tijuana,
principalmente, hasta que el Presidente Felipe Calderón le declara la
guerra al narcotráfico. La Policía Federales y las FF.AA. combaten de
frente a los carteles. Y así van cayendo los grandes capos. En
septiembre del 2012, ya se habían capturado o fallecido por resistencia
al arresto o víctima de otros criminales, 20 de las 37 principales
cabezas. Ahí estás Eduardo Costilla Sánchez, alias “El Coss”, del cartel
del Golfo; Jesús Enrique Rejón Aguilar, “El Mamito”, de los Zetas;
Nasario Moreno González, “El Chayo”, de la familia Michoacana; Ezequiel
Cárdenas Guillen, “Tony Tormenta”, del cartel del Golfo; Sergio Enrique
Villareal Barragán, “El Grande”, de los hermanos Beltrán Leyva; Edgar
Valdez Villareal, “La Barbie”, del cartel Beltrán Leyva; Ignacio “Nacho”
Coronel, del cartel de Sinaloa; Arturo Beltrán Leyva, “El Barbas”;
Vicente Carrillo Leyva, del cartel de Juárez; Vicente Zambada Niebla,
“El Vicentillo”, cartel de Sinaloa; hasta Joaquín El Chapo Guzmán Loera,
el capo del cartel de Sinaloa, el hombre más buscado después de Osama
Bin Laden y uno de los más ricos del mundo de acuerdo a la revista
Forbes (www.excelsior.com 23/02/2014).
Entre los efectos de esta guerra, por una parte, destaca la
multiplicación de los casos en los que aparecen las corporaciones
policiacas involucradas con el narcotráfico. La solución, cree el
Gobierno, pasa por reforzar las 32 policías estatales existentes y que
estas asumieron un mando estadual único. Los municipios deberían
entregar sus policías a los gobernadores y aunque algunos están de
acuerdo discrepan de la forma y otros simplemente rechazan la idea. El
Presidente Calderón de todas formas firmó una iniciativa constitucional
para formar estas 32 “super policías”, iniciativa que nunca llegó a
prosperar (www.el país.com 06/11/2014). Si
bien este tema aparece como un avance importante, simplemente no es la
panacea para un dilema que trasciende lo policial y se ancla en lo
estructural.
Por el otro, se fragmentan los grandes carteles dando paso a
organizaciones más pequeñas que se disputan los territorios a punta de
sanguinaria y creciente violencia. Ahí están, por ejemplo, los Guerreros
Unidos acusado de estar entre los principales traficantes de amapola
(heroína) y marihuana a la ciudad de Chicago y cuyo jefe, Sidronio
Casarrubias, dio el visto bueno de muerte de los estudiantes desde la
cárcel. Este grupo que actúa en Guerrero y Morelos, se afianza con la
muerte de Marcos Arturo Beltrán Leyva (diciembre de 2009) y el arresto
de Edgar Valdez Villarreal (agosto de 2010). Sin embargo, la pérdida de
influencia de los Beltrán Leyva también dio paso a los Mazatlecos o
Limpia Mazatleca en Sinaloa y Nayarit y leales a los Beltrán Leyva; al
Cártel Independiente de Acapulco y La Barredora en Guerrero; a la Mano
Con Ojos y Cártel del Centro en el estado de México y el Distrito
Federal (DF); a los Rojos en Morelos y Guerrero, enemigos de Guerreros
Unidos; al Cártel del Pacífico Sur y Los Pelones en Morelos; al Cártel
de la Sierra en Guerrero; la Oficina en Aguas Calientes; a los
Guardianes Morelenses en Morelos; a La Nueva Administración en Morelos y
el DF; y al Cártel de La Calle.
Claramente la principal carga sigue siendo la corrupción, en tanto
inhibe el funcionamiento institucional y distorsiona las reglas que
unifican a la sociedad y la legitimidad de la democracia. Esto llega a
tanto que Samuel Schmidt de La Opinión expresa que estando en el pleno
de la Cámara de Diputados le tocó escuchar a un diputado decir:
“Queremos pedir que regrese Raúl Salinas de Gortari, el cobraba el 10%,
ahora cobran el 30%”. Agrega que “era una denuncia muy poderosa,
expuesta en la máxima tribuna del país y sin embargo no sucedió nada. Ni
levantó cejas el que se esgrimiera a los elevados niveles que ha
llegado la ambición de políticos y funcionarios públicos” (http://ciudadanosenred.com.mx 26/10/2014).
El propio Presidente Peña Nieto se refiero a este tema, al decir que
“El combate a la corrupción era un asunto de orden cultural…Para hacerle
frente tenemos que partir de reconocer esta debilidad y entonces a
partir del fortalecimiento de instituciones que permitan combatir
prácticas de corrupción, que permitan definir políticas que sirvan o que
inhiban eventuales prácticas de corrupción, será como estemos avanzando
realmente en la formación de una nueva cultura ética entre la sociedad
mexicana” (eleconomista.com.mx 08/09//2014).
El Pacto por México
Tal como lo expresa el secretario ejecutivo de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, el mexicano Emilio Álvarez Icaza,
esto sin duda ha desembocado en “una crisis en materia de derechos
humanos”, al calificar a Iguala y otros anteriores como la matanza de
Tlatlaya (según la Comisión Nacional de Derechos Humanos militares
ejecutaron a 15 de los 22 muertos hallados en el suelo de la bodega en
Tlatlaya el 30/06/2014), de “extraordinariamente preocupantes” por las
debilidades que exponen, especialmente en materia de “incapacidad de los
cuerpos estatales” (www.elpais.com 30/10/2014).
Esta incapacidad llevó al Presidente Peña Nieto a impulsar el llamado
Pacto por México. Un acuerdo político, económico y social para impulsar
el crecimiento, construir una sociedad de derechos, eliminar prácticas
clientelares y disminuir la pobreza y la desigualdad social. Este tiene
tres ejes fundamentales: fortalecimiento del Estado mexicano,
democratización de la economía y la política, y participación ciudadana
en el proceso de las políticas públicas, y cinco acuerdos: Sociedad de
Derechos y Libertades; Crecimiento Económico, Empleo y Competitividad;
Seguridad y Justicia; Transparencia, Rendición de Cuentas y Combate a la
Corrupción; y Gobernabilidad Democrática.
Tal como lo ha expresado en una editorial de El País el propio
Presidente Peña Nieto, este Pacto permitió definir propuestas para dar
solución a los grandes problemas nacionales en términos de elevar la
productividad de México para impulsar el crecimiento y el desarrollo
económico; fortalecer y ampliar los derechos de los mexicanos; y
afianzar régimen democrático y de libertades. Así “en un periodo de tan
sólo veinte meses, México ha concretado 11 reformas que representan un
logro histórico. Su aprobación implicó un profundo esfuerzo para
realizar 58 modificaciones a la Constitución, 81 cambios a diversas
leyes secundarias, la creación de 21 ordenamientos jurídicos y la
abrogación de 15. De igual manera, se constituyeron 3 nuevas
instituciones y se fortalecieron 13 ya existentes” (www. elpais.com
20/08/2014),
Sin embargo, y como lo expresa Jorge Castañeda por otra parte, “uno
de los costos escondidos del Pacto por México y de las reformas
aprobadas fue el borrón y cuenta nueva otorgado al sexenio anterior. Sin
el apoyo de los senadores afines al ex Presidente Felipe Calderón, no
habría pasado la reforma energética, por ejemplo. Por tanto, los 70 mil
muertos de Calderón, y sus 25 mil desaparecidos, no serán investigados,
ni castigados sus responsables. (Y) no eran todos delincuentes…” (www.elpais.com 05/11/2014).
Pero en lo que se equivocó la autoridad, es que Iguala no fue otro
número más de muertos o desaparecidos sino que puso ante el espejo al
país y no le gusto lo que vio. Hoy nada alcanza para apaciguar a una
sociedad “shockeada”: ni el arresto del ex alcalde de Iguala junto a su
mujer, a quienes se les imputa la autoría intelectual de la desaparición
forzada y, aparentemente, el asesinato de un total de 46 estudiantes
normalistas de Ayotzinapa; ni la caída del gobernador, Angel Aguirre
Rivero, sustituido por un académico que fue secretario general de la
Universidad Autónoma de Guerrero; ni mucho menos el anuncio del hallazgo
de restos incinerados que podrían corresponder a los 43 estudiantes
desaparecidos (aunque un equipo de forenses argentinos aseguro la no
coincidencia de los restos con los estudiantes – El Mostrador
11/11/2014).
Mientras las movilizaciones se incrementan en México y el mundo, la
indignación creció con un viaje del Presidente Peña Nieto (asiste a la
APEC e inicia una gira oficial por China y Australia) junto al recuerdo
de una onerosa remodelación de la residencia de Los Pinos, lo que
simbolizaría la falta de sensibilidad y capacidad política del Ejecutivo
para enfrentar la crisis. Castañeda dice que perdió la brújula un
régimen que parecía dominar la agenda sin mayoría (electo con un 38,2%,
sin mayoría en ninguna de las dos Cámaras y con un alcalde en DF de
oposición), mientras muchos medios formales y electrónicos como la
Izquierda Diario denuncian que “intentan hacer creer al pueblo de México
que Abarca y Pineda (el alcalde y su mujer) son dos manzanas podridas, y
que su detención traerá justicia para los normalistas y sus familias,
mientras Peña Nieto lanza un Pacto por la seguridad con el PRI-PAN-PRD.
Querrán utilizar estas detenciones para desviar y contener el
descontento que continúa expresándose en las calles” (www.laizquierdadiario.com 18/11/2014).
Hace unos años en Monterrey un grupo de sicarios incendió el Casino
Royal y provocó la muerte de 53 muertos (www.excelsior.com.mx.
26/08/2011). Esa masacre generó una alarma generalizada y la sociedad,
los empresarios, los medios, todos colaboraron proactivamente en la
renovación integral de las policías, invirtieron en obras sociales y
educativas, fueron exigentes con el Gobierno estatal y, si bien no
lograron acabar con el problema, lo volvieron manejable. Algo similar ha
ocurrido en Tijuana y aún en Ciudad Juárez.
La réplica de este modelo en Guerrero no sólo es más difícil por su
geografía, bajo nivel educativo, pobreza, marginalidad, sino porque su
proyección en el tiempo requiere de una estrategia global que parta por
fomentar un sistema de seguridad y de justicia que empiece protegiendo
la vida humana con acciones legales y legítimas (www.elpais.com
09/11/2014). Siga con una modernización global del Estado con
instancias de transparencia y control (particularmente de las policías),
garantías de balance de poder, participación ciudadana, reformas
legales que incluyan fuertes penas para la corrupción (cambiar las
reglas del juego), mejoramiento de las condiciones laborales de los
funcionarios públicos, implementar las reformas ya aprobadas, etc.
Sin estos pasos es posible que escuchemos otro “Grito de Dolores”
(inicio la guerra de la independencia), esta vez no encabezado por
alguien parecido al cura Miguel Hidalgo y Costilla o los partidos
políticos de nula capacidad, sino por una sociedad civil saturada y
enardecida.
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