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martes, 11 de noviembre de 2014

Rocas de Santo Domingo y la feble memoria del Ejército de Chile

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Periodista y autor del libro La Danza de los Cuervos.
 
 Este miércoles, a las 10 de la mañana, al interior del Consejo de Monumentos Nacionales se decidirá el destino del ex cuartel Rocas de Santo Domingo. Se trata del lugar donde el coronel de Ejército (r), procesado por la justicia, Cristián Labbé, dice haber asistido ocasionalmente a dar clases de educación física y donde Manuel Contreras creó la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).
La decisión que los dieciocho consejeros del organismo tomarán este miércoles es trascendental: aprobarán o rechazarán una solicitud para declarar el terreno ubicado en la playa de Marbella, balneario Rocas de Santo Domingo, como Monumento Nacional. Entre sus integrantes se encuentra una realidad variopinta que, por ejemplo, incluye al director del Museo de Bellas Artes y a un uniformado, en representación del Ministerio de Defensa Nacional.
Sin ser resolutiva, dentro del trámite de declaratoria se les pidió la opinión a las instituciones afectadas, en este caso al Ejército, propietario del lugar, y a la Municipalidad de Rocas de Santo Domingo, ya que el terreno se emplaza dentro de su jurisdicción. El 13 de octubre, el Consejo de Monumentos Nacionales recibió la respuesta de la Comandancia en Jefe de la institución castrense. “No se concuerda con la solicitud del Sr. Miguel Lawner Steinman de declarar como monumento nacional, en la categoría de Histórico, el ex balneario popular (…)”, fue lo medular de la carta. Al referirse a sus motivos, el Ejército señaló escuetamente: “Con los recursos que se obtengan de su venta, se tiene previsto renovar viviendas de muy larga data y que actualmente están siendo ocupadas por personal del cuadro permanente y sus familias en la Región de Magallanes”. Respecto del fondo de la solicitud –esto es, que ahí funcionó la escuela matriz de formación de agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA)–, en su respuesta el Ejército no menciona una sola línea.
Es importante destacar que el ex cuartel Rocas de Santo Domingo tiene una historia. Originalmente fue un conjunto de cabañas en A construidas por el gobierno de la Unidad Popular en el exclusivo balneario de Rocas de Santo Domingo (a poca distancia del regimiento Tejas Verdes ubicado en San Antonio), con el fin de dar vacaciones a trabajadores –y sus familias– de una parte importante de Chile que, en muchas casos, no conocían el mar.
En mi libro El despertar de los Cuervos cuento cómo, recién ocurrido el Golpe, Manuel Contreras se tomó dichas cabañas. De forma paralela a un centro de torturas instalado en el subterráneo del casino de oficiales del Regimiento Tejas Verdes –donde Contreras era director–, las cabañas comenzaron a recibir a aspirantes a agentes provenientes de todo Chile. Al mando del lugar estaba el mayor de Ejército César Manríquez Bravo. Junto a él, varios de los que luego encabezaron las principales agrupaciones operativas de la DINA, como la teniente de Carabineros Ingrid Olderock, Miguel Krassnoff, Raúl Iturriaga, Gerardo Urrich, los tenientes de Carabineros Ricardo Lawrence y Ciro Torré, y el entonces teniente de Ejército Cristián Labbé.
Durante los días posteriores al golpe, las distintas ramas acordaron enviar a integrantes de sus instituciones para ser enrolados y entrenados por la DINA en Rocas de Santo Domingo, “en un número que se estima, para los primeros meses, de unos 400 a 500 efectivos”, según consigna la Comisión Rettig.

El criterio de elección de los integrantes de la organización es, hasta ahora, un misterio. En algunos casos, como en el de los funcionarios de Carabineros, da la impresión de que hubiera sido incidental. Uno de ellos declaró que prácticamente su curso completo en la Escuela de Suboficiales fue enviado a Rocas de Santo Domingo para entrar a la DINA. Desde ahí, todos por igual, terminaron formando parte de ella.
Una parte importante de los más célebres violadores a los DD.HH. recibieron su formación ahí, en las cabañas de Rocas de Santo Domingo. Ejemplos son Basclay Zapata y Juvenal Piña. Zapata se hizo conocido debido a que, además de torturar, violó a prácticamente todas las detenidas que pasaron por sus manos en Londres 38 y luego en la Villa Grimaldi. En el caso de Piña, es el agente que en 1976, formando parte del cuartel de exterminio Simón Bolívar, confesó haber asfixiado con una bolsa plástica al subsecretario del Partido Comunista en la clandestinidad, Víctor Díaz López.
Hasta ahora prácticamente ningún uniformado ha reconocido que durante su formación como futuros agentes de la DINA se les haya instruido en tortura. Sin embargo, existen antecedentes. El ex integrante del Servicio de Inteligencia Militar, Héctor Patricio Salvo Pereira, el mismo que reconoció a Cristián Labbé en el subterráneo del casino de oficiales, señaló para El despertar de los Cuervos que un compañero vio a agentes torturando en Rocas de Santo Domingo. “Yo mismo había visto los camiones de campaña estacionados afuera del campo de prisioneros Número 2 de Tejas Verdes (campo de concentración), con detenidos adentro, y al poco rato, aparecían estacionados y vacíos afuera de las cabañas en A (Rocas de Santo Domingo). No había que ser un genio para darse cuenta”, me señaló. El rumor entre los propios militares creció: estaban enseñando a torturar y los conejillos eran los prisioneros de Tejas Verdes.
Existen varios testimonios más de detenidos que, desde sus capuchas, recuerdan haber sido llevados desde el campo de concentración a recibir torturas no sólo en el subterráneo del casino de oficiales (como era la norma) sino también a otro lugar, igualmente próximo, pero mucho más encima del mar. Esto, debido a que el sonido de las olas rugía al mismo tiempo que recibían los tormentos.
A ello se suma el testimonio del ex aspirante a agente de la DINA, David Gustavo Pedreros Pineda. Este reconoció que los aspirantes a agentes de la DINA fueron adiestrados en tormentos. En la causa “Torturas de Tejas Verdes” declaró que él y sus compañeros de curso presenciaron sesiones junto a Manuel Contreras, en el subterráneo del casino de oficiales. Pedreros no recordaba los nombres de los detenidos, pero sabía que “eran sacados del regimiento, los colocaban en botes y los llevaban a alta mar, donde los lanzaban”. De las torturas recordó que a los detenidos “se les aplicaba electricidad en todo su cuerpo, en la llamada ‘parrilla’, golpes con sacos de arena mojada, violaciones a las mujeres; a ellas también les introducían objetos contundentes en la vagina, simulacros de fusilamiento, la ‘ruleta rusa’, los colgaban, a los hombres les insertaban palos en el ano”, declaró.
La defensa de Cristián Labbé hasta ahora ha sido majadera en señalar que su presencia se circunscribió sólo a las Rocas de Santo Domingo y no a Tejas Verdes, como si ello lo exculpara de responsabilidad. Prueba de ello es que hizo caso omiso del procesamiento que la ministra que lleva la causa, Marianela Cifuentes, le aplicó. Ahí, se señala de manera explícita que el procesamiento incluye a Tejas Verdes y sus “dependencias anexas” como un todo. “(…) lugares en que se mantuvo privadas de su libertad, sin derecho, a personas opositoras al gobierno recién instalado, se les torturó y se les ejecutó. Asimismo, en tales dependencias aledañas al referido recinto militar, entre ellas, en las, otrora, cabañas de veraneo de la CUT, miembros de dicha agrupación instruyeron al personal de las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad que integraría dicha agrupación, denominada Dirección de Inteligencia Nacional, DINA (…)”.
Posterior a esta etapa formativa, Rocas de Santo Domingo continuó funcionando como cuartel de la DINA. Según testimonios judiciales, ahí operó la agrupación Galvarino, unidad poco conocida, que habría tenido tuición desde Copiapó a San Fernando. Su misión era detenciones, torturas y también se habría dedicado a brindar seguridad de avanzada al general Augusto Pinochet, probablemente cuando viajaba a Bucalemu. También investigaba antecedentes políticos y económicos de personas contrarias al régimen.
Testimonios judiciales contenidos en la querella contra Emilio Iribarren Ledermann señalan que, en marzo de 1975, cerca de 30 militantes del MIR, los partidos Comunista y Socialista, detenidos fundamentalmente en San Antonio, fueron llevados a las cabañas de Rocas de Santo Domingo donde fueron torturados.
De ahí que la respuesta del Ejército a la solicitud del Consejo de Monumentos Nacionales, donde no se refiere en lo absoluto a lo sucedido en ese lugar, sino solo al beneficio económico que espera recibir por la venta del terreno, haga difícil aquilatar el verdadero peso de la frase “nunca más” que pronunciara el ex comandante en Jefe del Ejército, Juan Emilio Cheyre. ¿Olvidó este compromiso la institución castrense? ¿Fue solo una frase pantalla en un momento en que era importante mantener una pantalla? ¿Cómo se explica que una institución que busca restituir el respeto social y la confianza de sus ciudadanos, ni siquiera haya hecho un comentario respecto de lo que fue realmente Rocas de Santo Domingo?
En este sentido, el alcalde de Rocas de Santo Domingo, Fernando Rodríguez Larraín, por lo menos fue más cínico, señalando en su oposición a la declaratoria del terreno como Monumento Nacional que “para nosotros hasta ahora el lugar no tiene la connotación que se describe”. El alcalde, quien al parecer no lee la prensa, señala erróneamente que en el lugar solicitado para transformarse en monumento se encuentra “el humedal más importante de la Zona Central de nuestro país”. La verdad es que el humedal se encuentra a un costado del lugar donde estuvieron las cabañas que él mandó a demoler en acuerdo con el Ejército en 2013, recién publicado El despertar de los Cuervos.
En su carta de negativa, el Ejército también señala que dichas cabañas son de su propiedad, bajo la figura jurídica de Patrimonio de Afectación Fiscal. Lo que no explicita es que le fueron traspasadas desde la CNI en 1990, a través de una ley (18. 493) creada por la dictadura, entre otros motivos, para blanquear los robos y apropiaciones indebidas de terrenos e inmuebles, como el caso de Rocas de Santo Domingo.
El argumento del Ejército aparece como legal, pero no decente ni alineado con lo que el país pareciera esperar de ellos. Está claro que, si dependiera de ellos, Rocas de Santo Domingo sería barrido de la faz de la tierra y de la memoria nacional.
Por suerte, los consejeros del, valga la redundancia, Consejo de Monumentos Nacionales tendrán este miércoles la posibilidad de revertir esta serie de violaciones a los derechos humanos, robos y mentiras, para transformar el lugar en lo que, me parece, debiera ser: un Monumento Histórico Nacional frente al horror de lo sucedido en Chile.

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