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viernes, 16 de julio de 2010

La pobreza, la indigencia y las responsabilidades


escrito por Ricardo Candia Cares

Para excusar sus responsabilidades, Piñera acusa al gobierno de Bachelet de aumentar los índices de la pobreza. Para exculpar la suyas, Bachelet, se defiende como gata de espaldas, y sonríe. Ese ping pong de responsabilidades, oculta que el sistema binominal, bicéfalo, ha sido administrado y dirigido por unos y otros, muy juntitos. Se acusan mutuamente como si las leyes que finalmente dan como resultado lo que indican las encuestas se hubieran hecho solas, como si se olvidara que la Concertación ha gobernado con la derecha desde los inicios de la interminable transición chilena.
Se han repartido durante estos dos decenios el poder como dos hermanos. Lo que hoy conocemos como Chile, no ha salido de la nada. Ha salido de la connivencia de la Concertación y la derecha.

Resulta extraño que cause asombro lo dicho por las encuestas. Lo verdaderamente raro es este ataque de sinceridad. Algunos ex ministros pensarán que debió ser previsto y atrapado antes de ver la luz. Es ahora cuando uno recuerda la tozudez y prepotencia de los ministros, la levitación de la presidenta y la soberbia de todo el resto.

Los números, que aún no dicen toda la verdad, hablan del legado de la transición bicéfala. Un país divido entre los que tienen y los que no. Con millones viviendo en el límite de lo humano, mientras un poco más allá, un puñado de millonarios estúpidos dilapidan sus fortunas de la misma manera.

Definida por el PNUD como “la falta de oportunidad de vivir una vida larga, sana y creativa y disfrutar de un nivel decente de vida, libertad, dignidad, respeto por sí mismo y de los demás”, la pobreza está al alcance de la mano.

Expuesta a quien quiera verla en las poblaciones, guetos formados en los últimos años con el loable propósito de no afear los barrios ricos, es cosa de hacer un raid por el cinturón purulento de la pobreza. Se huele a diario en los traslados propios de animales que ofrece esa estafa monumental que se llama Transantiago. Se observa en los niveles de endeudamiento en el que vive casi toda la población. Un crédito se pide para pagar una deuda que a su vez paga otra anterior. Se observa a diario en las condiciones en que deben trabajar los profesores de la educación pública en las comunas de la periferia. Y en lo que reciben por salud los pobres entupidos que se les ocurre enfermarse a ellos o sus hijos. Pobre entre los pobres, los mapuche son azotados por la miseria y por los Carabineros que ensayan tácticas contrainsurgentes no más un indio levanta la voz para protestar. Niños secuestrados por la miseria, salen a robar en modalidades varias, apenas dejan el Jardín Infantil, si es que conocieron uno. Cárceles con cifras record de presos, la mayoría por robo, se alimentan a diario de pobres.

La aritmética concebida para definir un pobre dice que se calcula considerando una canasta básica de alimentos, cuya ingesta evitaría la desnutrición. El ingreso familiar se divide en la cantidad de integrantes, cuyo promedio nacional es de 4,4 personas, si el resultado arroja que puede costear el valor de una canasta, entonces se trata de personas de situación de indigencia, si puede costear dos, están en condición de pobreza..

El valor de la canasta es de 32.100. El salario mínimo recientemente reajustado en un coco de mono, condena a la indigencia a los 700 mil trabajadores que lo reciben. Divida usted los 172 mil pesos por 4,4 integrantes y da 39.091 pesos per cápita mensual, es decir, lo que la Casen estipula como extrema pobreza.

Desde las tribunas, desde hace mucho tiempo, se viene hablando de Chile como un país que está a las puertas del desarrollo. Que su ubicación al fin del mundo es un error y que debiéramos por lo menos estar en algún lugar de Europa, si el mundo fuera justo.

Desde esas tribunas vienen hablando por demasiado tiempo los mimos de siempre. Estos que hacen esfuerzos estériles por tirarse la pelota unos a otros, cuando saben, todos sabemos, que si las cosas son como son, es porque ambos poderes, ambos mafias chamullentas han venido construyendo esta cultura, cuya secuela negativa no es posible ocultar siempre.

Enyugaditos, derecha y Concertación, han construido el apartheid chileno. Se adjudican culpas y responsabilidades. Pero eso por un rato no más. Con el paso de los días, se los verá haciendo lo que mejor saben: palmotearse la espalda, hacer bueno negocios y despreciar como siempre a los que miran el festín por detrás de los visillos, que son números de una estadística que, en el fondo, a quién le interesan.



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