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martes, 13 de julio de 2010

Un recuerdo del general Prats



escrito por Raúl Auth Caviedes

El 8 de julio de 2010, la Corte Suprema, después de varias postergaciones, entregó la sentencia definitiva sobre el caso del asesinato del general Carlos Prats y su esposa, Sofía Curthbert en Buenos Aires el 30 de septiembre de 1974.

Aún cuando fue un tanto decepcionante para los abogados de las hijas del general, al aplicar la media prescripción a los encausados, reconoció el hecho fundamental de su autoría del asesinato y el haber conformado una asociación ilícita.

Al admitir un carácter institucional del Departamento Exterior de la DINA y la declaración de Manuel Contreras que: “la DINA jamás actuó o ejecutó actividades por propia iniciativa” resulta lógico el reconocimiento implícito de la responsabilidad de Augusto Pinochet En el fallo figura que el presidente de la sala penal, Rubén Ballesteros, constante defensor de Pinochet, estuvo por absolverlos, aplicando la prescripción total de la acción penal, lo cual fue desechado por los otros integrantes.
La reacción de la cúpula del Ejército fue de una dureza bastante sorprendente, por la indiscutible responsabilidad de Pinochet en la muerte de Prats y su esposa. El general Juan Miguel Fuente-Alba Poblete emitió una declaración reprobando acremente a los condenados por el atentado: “El Ejército repudia a todos los partícipes de este cobarde asesinato, especialmente a los militares que lo consumaron, más aún que su acto criminal tuvo como víctimas a un ex Comandante en Jefe y también a su esposa. Con su extrema crueldad violaron trágicamente, además, los principios que constituyen el acervo moral de la institución. Este crimen enluta al Ejército y a todos sus integrantes. La historia de la rama no debería sufrir detrimento por la infamia de aquellos que no adhirieron al tradicional código de honor y de conducta institucionales que con su acción demostraron despreciar. El Ejército expresa a las hijas del matrimonio Prats-Cuthbert su profundo pesar y solidaridad por el irreparable dolor que han debido soportar –en un largo proceso- hasta ver ratificada finalmente la verdad y pronunciada por la justicia. El Ejército ratifica su fiel compromiso con los valores fundamentales que comparte la sociedad chilena. Asimismo, confía que el cierre de este doloroso episodio pueda contribuir al avance para el necesario reencuentro entre nuestros compatriotas, mediante el consuelo a los deudos y la mitigación de las heridas del pasado” .El presidente, Sebastián Piñera, también inadvertidamente omitió el vínculo de Pinochet en el atentado. El 10 de julio, en ceremonia del juramento a la bandera en Antofagasta, se sumó al planteamiento del Ejército, expresando: “Quiero esta mañana tan emblemática, asumir como propias las palabras de repudio por parte del Ejército de Chile al cobarde asesinato de quien fuera su comandante en jefe, don Carlos Prats y su distinguida señora, Sofía Curthbert, Este crimen cometido por miembros de la propia institución violó los valores y principios fundamentales que constituyen el más profundo acervo moral de nuestro Ejército y por los cuales dieron su vida muchos héroes”.Resultó bastante patética una entrevista en CNN Chile del brigadier ® José Zara, recordado por su ofrecimiento de “los corvos acerados” para que Pinochet se mantuviera en el poder en 1988. Su descalificación del Poder Judicial, especialmente del juez Alejandro Solís y del general Fuente-Alba. lo mostraron como un sujeto con grave alteración mental.
Todos estos hechos nos traen a la memoria al insigne general asesinado por discordar con Pinochet y, según éste, constituir un potencial peligro de establecer un gobierno en el exilio dado su gran prestigio en la esfera militar y política. Carlos Prats era una personalidad descollante por sus extraordinarias condiciones intelectuales demostradas desde su infancia. Siempre primero en los estudios de preparatoria y humanidades. Ingresó a la Escuela Militar con extrema facilidad, en una época que era sumamente difícil por la drástica reducción de sus vacantes que se produjo como reacción de los civiles en contra de los uniformados, después de su interferencia en la política. Ocupó permanentemente la primera antigüedad en sus estudios castrenses. Luego, en la Academia de Guerra, se destacó como brillante alumno, siendo el primero en su promoción, superando a compañeros de gran idoneidad, como René Schneider. Obtuvo menciones de mérito durante su curso de Comando y Estado Mayor del Ejército en los Estados Unidos. Obtuvo un Magíster en Ciencias Políticas, con mención en Relaciones Internacionales en la Universidad Católica y Magíster en Ciencias Militares, con mención en Planificación y Gestión Estratégica. Realizó un doctorado en Ciencia Política y Sociología, con mención en Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid Admirador de la Historia Mundial y chilena, llegó a ser un destacado experto en ella. Tenía afición por escribir, produciendo cuentos, relatos, ensayos y su reconocido libro sobre Benjamín Vicuña Mackenna.
Poseía profundas convicciones democráticas, que podrían tildarse de centro, pero sin manifestar preferencia por algún partido político en concreto, declarándose apolítico. De cualquier modo, frecuentemente reiteraba no concordar con las ideas marxistas. Ello había quedado en evidencia en el análisis presentado al ministro de Defensa, Sergio Ossa Pretot, a fines de 1969, para que se adoptaran medidas para evitar el triunfo de la Unidad Popular.Los intachables valores que sustentaba Carlos Prats, como militar integro a cabalidad, y como individuo de extrema calidad intelectual, moral y humana, quedan elocuentemente precisados en un párrafo de sus Memorias, en que expresa:“Los fundamentos de la vida del soldado son el honor y el espíritu... El sentimiento de honor, infunde al soldado la fuerza espiritual para cumplir con dignidad y nobleza sus deberes para con la sociedad que integra... El espíritu es el ánimo de obrar siempre bien respecto del prójimo, actuando verazmente, con altruismo y lealtad... El honor y el espíritu son los fundamentos de la disciplina militar, que es el sometimiento consciente y voluntario a las normas de jerarquía de una Institución, cuya esencia funcional es el mando y la obediencia... La sujeción inquebrantable de las FF.AA. a las normas a que debe fidelidad, es la que inspira el respeto y la confianza del pueblo por ellas. Porque es la comunidad organizada la que las provee de las armas, en la confianza de que éstas son para garantizar la independencia nacional y defender la vigencia del sistema institucional y, en ningún caso para que amaguen con ellas los designios de la voluntad popular... Esta filosofía es la que inspira los dictados constitucionales que fijan a la fuerza pública “sus deberes” y no “su rol”, y la colocan bajo la dependencia de la autoridad del gobierno constituido como legítimo representante de la voluntad del pueblo, conforme a los mecanismos vigentes en un Estado soberano”.Prats, siempre constituyó un factor de moderación y apego a las normas legales y criterios imparciales, los cuales, según su mesurado juicio, debía ajustarse el régimen de la Unidad Popular. Así, dentro del gobierno manifestó claramente su discrepancia con la expropiación indiscriminada de empresas. Propuso que las empresas requisadas o intervenidas, que no revestían un carácter monopólico, debían ser devueltas a sus propietarios, previo estudio por una Comisión de Casos Especiales. Sobre la expropiación de empresas monopólicas, aconsejó que ninguno de sus propietarios debía ser despojado, sin ser objeto de un trato equitativo.A fines de noviembre de 1972, cuando ocupó el cargo de Vicepresidente, en entrevista de prensa, solicitó la colaboración de toda la ciudadanía, demostrando su ecuanimidad y altura de miras. Se expresó en los siguientes términos:“A todos los trabajadores y empresarios de la industria, del transporte, del agro, les pido que depongan la intransigencia, a fin de que se produzca un real incremento de la producción en el país, tan necesario en las actuales circunstancias.A los dirigentes políticos de todos los sectores, les pido que la contienda ideológica se libre con la mayor altura de miras, sin pasión, sin odios, sin egoísmo y sin sectarismo.A los estudiantes secundarios y universitarios, les pido que mediten en que la tarea juvenil fundamental consiste en adquirir conocimientos y cultura, a fin que puedan afrontar adecuadamente su responsabilidad generacional en el próximo decenio o en el próximo quinquenio, respectivamente.A los periodistas de todos los medios de difusión, les pido que contribuyan elevadamente a la gran tarea de saneamiento moral, que es necesario realizar en aras de la paz, del progreso y del bienestar de nuestro país.
Finalmente, a mis compañeros de armas, les pido tengan confianza en que –en ningún momento- olvido la delicada representación institucional que invisto y que, si cometo errores, tales errores no comprometen al Ejército y, en cambio, los eventuales aciertos que pueda tener en mi tarea, contribuirán a realzar su bien ganado prestigio”.
Orlando Millas, ministro comunista, que compartió actividades en el gabinete ministerial se expresó sobre Prats en la forma siguiente: “Carlos Prats fue un gran ministro del Interior. Tenía dotes de estadista. Trabajaba con orden, método, pudiéramos decir precisamente con meticulosidad, trazándose objetivos y cumpliéndolos. Era franco, claro, receptivo, leal con quienes compartíamos sus responsabilidades. Sus semanas de Vicepresidente de la República, se caracterizaron porque mantuvo un estilo de labor colectiva, de dirección gubernativa conjunta, convocando constantemente a consejos de gabinete y asumiendo con ascendiente y calidad personal la orientación de los asuntos básicos... Con su honestidad proverbial, fue ministro haciendo todo lo que de él dependía para el éxito del gobierno. Era un hombre de una pieza y actuaba sin vacilaciones, con dignidad y entereza”.Pese a sus diferencias con el presidente Allende, debido especialmente a su reiterada negativa de llamar a retiro a oficiales del Ejército reconocidamente contrarios a la Unidad Popular, llegó a establecer una cordial relación de aprecio mutuo. En sus memorias, Prats dejó estampada la siguiente opinión“En particular, conocí muy de cerca al Presidente Allende, quién me dedicó muchas horas de análisis y, pese a la gran distancia que nos separaba en el aspecto ideológico y en cultura política, aprendí a respetarlo como gobernante y a apreciarlo como ser humano.En la primera de estas calidades, lo vi concentrar todos sus esfuerzos y capacidades en beneficio de la causa popular, anteponiendo su interés por la justicia social a las conveniencias programáticas o electorales de la combinación de los partidos políticos que lo sustentaban. En la segunda calidad, conocí un hombre de gran confianza en sí mismo hasta orgulloso si se quiere, pero abierto a escuchar, sensible a las franquezas del interlocutor, socarrón frente a los “asentidores” y sin acopio de odios, ni hacia sus más enconados enemigos políticos. Su larga trayectoria en las lides parlamentarias y electorales lo había inmunizado contra la adulación y la injuria. Su vitalidad lo proveía de una extraordinaria capacidad de trabajo y sabía alternar con filosofía los largos momentos tensos y amargos con el breve placer mundano de una charla insustancial.”La campaña de desprestigio en contra de Prats fue implacable. El 27 de junio de 1973, dentro de la operación “Charlie” se realizó la emboscada en avenida Costanera. Uno de los gestores fue el abogado Carlos Cruz-Coke, como lo reconocería posteriormente en una clase a sus alumnos de Derecho. El otro episodio decisivo fue la presentación de una carta de las esposas de militares a la cónyuge de Prats en la residencia de éste el 22 de agosto, motivando gran conmoción pública.
Para Washington, Prats era un obstáculo no solo por constituir una valla infranqueable para la realización de un golpe de Estado, sino que también por sus gestiones para obtener un acuerdo entre la DC y el gobierno, lo que era facilitado por suscitar confianza en todos los círculos políticos, incluso dentro del ambiente cercano a Jorge Alessandri. En este sentido era un serio peligro para el propósito de las agencias norteamericanas de inteligencia de impedir a toda costa una eventual colaboración de la DC con la UP que hubiese estabilizado la situación políticaAntes que Allende fuese nominado definitivamente en el cargo de Presidente, la CIA fijó dentro de uno de sus objetivos eliminar al general Prats. Los complotadores del grupo del general Camilo Valenzuela, pagado por la CIA, tenían planeado secuestrar a Prats, al mismo tiempo que a Schneider, pero, por error en identificar sus automóviles, ello fracasó.A fines de julio de 1973, la oficina de la CIA en Santiago informó a la sede central en Virginia sus aprensiones acerca del general Prats: “el plan golpista está casi listo. Los conspiradores aún están intentando resolver el problema de Prats. Al parecer, la única forma de remover a Prats sería a través del plagio o del homicidio. No obstante, con el constante recuerdo del ex comandante en jefe del Ejército, el general Schneider, será difícil para los conspiradores ejecutar tales acciones”.A mediados de agosto de 1973, la Casa Blanca disponía de irrefutable información acerca del desarrollo de una conspiración militar. Para evaluar con más certeza el escenario, la CIA envió a Santiago a un experimentado agente.. Éste veterano funcionario de la CIA, después de verificar la situación existente en el ámbito militar, remitió un cable a Washington en que manifestaba:
“En las últimas semanas hemos recibido cada vez más información acerca de la conspiración golpista, así como las posibles fechas para un intento en ese sentido”. Otro informe de la misma fuente señalaba: “los conspiradores golpistas habían elegido el 7 de julio como fecha clave para efectuar otro intento, pero que fue postergado a raíz de la oposición del Comandante en Jefe, Carlos Prats, y por las dificultades que entrañaba alinear los regimientos claves del Ejército en la zona de Santiago. El problema clave para los conspiradores ahora es cómo superar este impedimento vertical de sus altos mandos. Una forma sería que los generales conspiradores del Ejército, se reunieran con el general Prats, con el objeto de notificarlo de que ya no cuenta con la confianza de sus altos mandos, para luego destituirlo. Los conspiradores han escogido al general Manuel Torres, Comandante de la V División del Ejército y tercero en el mando, para que sustituya a Prats en el momento del golpe. Los conspiradores no consideran que el general Augusto Pinochet, el segundo al mando del Ejército, sea un sustituto adecuado bajo las condiciones del golpe”.El 23 de agosto de 1973, la incontrarrestable acción de los Estados Unidos, aliada con la derecha y la fracción de La DC afín a Eduardo Frei Montalva habían logrado el ansiado objetivo que Prats se retirara del Ejército. El texto de la carta renuncia fue el siguiente:
Dr. Salvador Allende Gossens.Exmo.
Sr. Presidente:
V.E -al asumir la Presidencia de la República- tuvo a bien designarme Comandante en Jefe del Ejército, cargo que ejercía interinamente desde el asesinato del Sr. General Schneider (Q.E.P.D.)V.E. no me conocía anteriormente, de modo que tal nombramiento se fundamentó exclusivamente en su respeto por la jerarquía y verticalidad del mando en las Fuerzas Armadas.En el discurso que pronuncié el 20 de octubre de 1970, en el sepelio del Gral. Schneider, dije textualmente: “Chile enfrenta una encrucijada de su destino que lo obliga a optar sólo entre dos alternativas dinámicas para la realización nacional: la violencia trastocadora o la del sacrificio solidario”.Comprendí que el Ejército ya había dejado de ser un compartimiento estanco de la comunidad nacional y que las presiones, tensiones y las resistencias propias de un proceso de cambios profundos que debía realizarse dentro de las normas constitucionales y legales vigentes- inevitablemente iban a perturbar cada vez más intensamente la tradicional marginación del Ejército del quehacer político contingente.Me tracé, entonces, como objetivos fundamentales de mi acción de mando, luchar, por una parte, por afianzar la cohesión intrainstitucional y garantizar la verticalidad del mando, pre encausar la marcha del Ejército en los moldes doctrinarios profesionalistas que se desprenden del rol constitucional asignado a la fuerza pública. Por otra parte, concentré mis esfuerzos en la planificación y ejecución de un plan de desarrollo institucional que constituía un imperativo inaplazable, para acrecentar la eficacia operativa de las grandes unidades que articulan el despliegue institucional.Contribuí a los lineamientos señalados por V.E., para una participación realista de las Fuerzas Armadas en las grandes tareas de desarrollo del país, que tienen trascendente incidencia en la Seguridad Nacional, bajo la inspiración del nuevo concepto de “soberanía geoeconómica”.Diez meses atrás, la agudización creciente de la lucha política y gremial interna indujo patrióticamente a V.E. a requerir la participación de las Fuerzas Armadas en funciones de gobierno, sin que ello implicara compromiso partidista alguno para los representantes militares. V.E. me honró, designándome Ministro del Interior, en una etapa en que era necesario cautelar la vigencia del Estado de Derecho, asegurando la realización imparcial del importante proceso de renovación del país, en una gira de relieve mundial, me asignó el honor y la responsabilidad de la Vicepresidencia de la República.Volvía a mis funciones estrictamente profesionales, hasta que, hace unas semanas, nuevamente V.E. requirió mi presencia en el Ministerio de Defensa Nacional, en su sincero afán patriótico de evitar una tragedia inconmensurable de un enfrentamiento fratricida, a que se veía inminentemente arrastrado el país, en medio de una gravísima crisis económica. Acepté tal nueva responsabilidad sinceramente convencido de que era un deber patriótico contribuir a su clara y firme decisión de ordenar el proceso de cambios y continuarla enmarcando en definidos cauces constitucionales y legales, lo que requería de una urgente apertura parlamentaria.Al correr de los dos años diez meses, que he esbozado, he soportado con entereza toda clase de ataques injuriosos, calumniosos o infamantes –provenientes de quienes se empeñan en enervar o derrocar al Gobierno Constitucional que V.E. dirige- en la convicción de que, en el seno de la Institución que comando, predominaría la comprensión de la intencionalidad de baja política que inspiraba la campaña en mi contra.Al apreciar –en estos últimos días- que, quienes me denigraban, habían logrado perturbar el criterio de un sector de la oficialidad del Ejército, he estimado un deber de soldado, de sólidos principios, no constituirme en factor de quiebre de la disciplina institucional y de dislocación del Estado de Derecho, ni de servir de pretexto a quienes buscan el derrocamiento del Gobierno Constitucional.Por tanto, con plena tranquilidad de conciencia, me permito presentarle la renuncia indeclinable de mi cargo de Ministro de Defensa Nacional y, a la vez, solicitarle mi retiro absoluto de las filas del Ejército, al que serví con el mayor celo vocacional durante más de cuarenta años.Agradezco profundamente la alta confianza que V.E. depositó en mí, pese a su convencimiento de mi absoluta prescindencia política y le reitero las consideraciones del sincero respeto que vuestra V.E. sabe que le profeso, por el sentido de responsabilidad personal con que conduce los destinos del país. Igualmente, por su digno intermedio, me permito hacer llegar mis reconocimientos a las autoridades de gobierno y asesores suyos que –al margen de sus banderías políticas- supieron apreciar mi colaboración de soldado esencialmente profesional, en las tareas ministeriales que desempeñé.
Saluda a V.E. con aprecio y respeto.CARLOS PRATS GONZÁLEZGeneral de EjércitoSantiago, 23 de agosto de 1973.
Allende, después de la renuncia de Prats, le envió una carta, que revelaba el gran aprecio que le guardaba. Esta misiva mostraba que el Mandatario estaba consciente de la peligrosa situación en que se encontraba el gobierno, pero que confiaba que aun podría sortear la crisis. Creía que los valores de Prats eran compartidos por los otros jefes militares, especialmente por Pinochet y Urbina.
Santiago, 25 de agosto de 1973.Estimado señor General y amigo:El Ejército ha perdido su valioso concurso, pero guardará para siempre el legado que usted le entregara como firme promotor de su desarrollo, que se apoyó en un orgánico plan que coloca a tan vital rama de nuestras Fuerzas Armadas en situación de cumplir sus altas funciones.Su paso por la Comandancia en Jefe significó la puesta en marcha de un programa destinado a modernizar la infraestructura, el equipamiento y los niveles de estudio de nuestro Ejército, para adecuarlo a las condiciones que demandan la tecnología y ciencia actuales. Esto se le reconoce ahora y se apreciará mejor en el futuro.Es natural que quien fuera el alumno más brillante, tanto en la Escuela Militar como en la Academia de Guerra, aplicara, en el desempeño de las altas tareas del Ejército, elevada eficiencia, riguroso celo profesional y efectiva lealtad con los compromisos contraídos con la Nación, su defensa y su sistema de gobierno.No es solamente la autoridad gubernativa la beneficiada con su conducta. Es toda la ciudadanía. Sin embargo, estoy cierto que, dada su recia definición de soldado profesional, usted considera que simplemente cumplió su deber. A pesar de ello, señor General, me corresponde agradecer, en nombre de los mismos valores patrióticos que defiende, la labor que usted desempeñó.Expreso, una ves más, el reconocimiento del Gobierno por su valiosa actuación como Vicepresidente de la República, Ministro del Interior y de la Defensa Nacional. Su invariable resguardo del profesionalismo militar estuvo siempre acorde con el desempeño de esas difíciles responsabilidades, porque comprendió que, al margen de contingencias de la política partidista, ellas están ligadas a las grandes tareas de la seguridad del país.El encauzamiento del Ejército dentro de las funciones que le determinan la Constitución y las leyes, su respeto al Gobierno legalmente constituido fueron reafirmados durante su gestión, de acuerdo con una conducta que ha sido tradicional en nuestra Nación, la que alcanzó especial relevancia frente a los incesantes esfuerzos desplegados por aquellos que pretenden quebrantar el régimen vigente y que se empeñan, con afán bastardo, en convertir a los Institutos Armados en un instrumento para sus fines, despreciando su intrínseca formación.A usted le correspondió asumir la Comandancia en Jefe del Ejército en momentos difíciles para esa Institución y, por lo tanto para Chile; sucedió en el Alto Mando a otro soldado ejemplar, sacrificado por su riguroso respeto a la tradición constitucionalista y profesional de la Fuerzas Armadas. El nombre de ese General, don René Schneider Chereau, trascendió nuestra fronteras, como símbolo de la madurez de Chile, y reafirmó el sentido o’higginiano impreso en el Acta de nuestra Independencia y que consagra el derecho soberano de nuestro pueblo para darse el gobierno que estime conveniente.Su nombre, señor General, también desbordó nuestro ámbito, al punto que otras naciones aprecian, en toda su dimensión, su actitud profesional insertada en el proceso de cambios impuesto en Chile por la firme decisión de su pueblo.En este momento en que hay chilenos que callan ante las acciones sediciosas, a pesar de hacer constantes confesiones públicas de respeto a la Constitución. Por eso, su gesto significa una lección moral que lo mantendrá como una meritoria reserva ciudadana, es decir, como un colaborador de la Patria con el cual estoy seguro ella contará cuando las circunstancias lo demanden.Los soeces ataques dirigidos contra usted constituyen una parte de la escalada fascista en la cual se ha llegado a sacrificar al Comandante de la Armada Nacional, mi Edecán y amigo, Arturo Araya Peters, quien fuera ultimado por personas pertenecientes al mismo grupo social que tronchó la vida del General Schneider. Este es un duro momento para Chile, que usted lo siente de manera muy profunda.El gesto de su renunciamiento, motivado por razones superiores, no es la manifestación de quien se doblega o rinde ante la injusticia, sino que es la proyección de la hombría propia de quien da una nueva muestra de su responsabilidad y fortaleza. Lo saluda con el afecto de siempre
SALVADOR ALLENDE G. Presidente de la República
Radomiro Tomic, se encontraba en dura pugna dentro de su partido para lograr un cierto grado de acuerdo con la Unidad Popular. No era escuchado por la mayoría, encabezada por Frei Montalva, que estaba empecinada en que Allende renunciara o fuese depuesto, sin importar las consecuencias. Cuando renunció Prats, le remitió también una epístola, cuyo contenido resultaba extraordinario por su clarividencia.
Santiago,25 agosto de 1973.
Estimado señor General Prats:A lo largo de los años nos hemos encontrado sólo ocasionalmente y no puedo pues considerarme su amigo en el sentido usual de la palabra.Tal vez es mejor que así sea en relación a esta carta, pues ella no obedece a sentimientos personales de afecto, sino a valores objetivos que tocan a su comportamiento en horas críticas para la paz pública y el interés nacional.No es como amigo, sino como chileno, que le expreso mi solidaridad y me asocio modesta y anticipadamente al homenaje que el juicio de la historia tendrá para usted, por la entereza patriótica y la clara percepción de las exigencias que el delicado momento que vive Chile le imponía su calidad de soldado y de Comandante en Jefe del Ejército.Así le cupo actuar en octubre de 1972, junto con otros distinguidos representantes de la Fuerzas Armadas, al facilitar el grado de consenso necesario para que el país superara el paro generalizado de ese entonces. Así fue en marzo de 1973, al garantizar que las elecciones parlamentarias tuviesen lugar en un marco de efectiva imparcialidad por parte del gobierno. Así acaba de ser ahora, en agosto de 1973, hasta el límite en que a usted le fue posible actuar.La turbia ola de pasiones exacerbadas y violencia, de ceguera moral e irracionalidad, de debilidades y claudicaciones que estremece a todos los sectores de la nacionalidad y que es obra, en grado mayor o menor, de todos ellos, amenaza sumergir al país tal vez por muchos años.Sería injusto negar que la responsabilidad de algunos es mayor que la de otros, pero, unos más y otros menos, entre todos estamos empujando a la democracia chilena al matadero. Como en las tragedias del teatro griego clásico, todos saben lo que va a ocurrir, todos dicen no querer que ocurra, pero cada cual hace precisamente lo necesario para que suceda la desgracia que pretende evitar.Por lo que toca a usted, es esta una responsabilidad que la historia no hará recaer sobre sus hombros si finalmente el enfrentamiento, la dictadura y una represión sistemática, cada vez más honda y más encarnizada, mutilan la unidad esencial de los chilenos. Para evitarlo, hizo usted todo lo que pudo como soldado y como chileno. No se lo diría si no tuviera los elementos de juicio que tengo para hacerlo. Por eso, permítame hacerle llegar mis felicitaciones y mi solidaridad.Saluda a usted muy atentamente,
Radomiro Tomic R.
El mismo día 25 de agosto, un informe ultra secreto de la Defense Intelligence Agency manifestó con satisfacción: “la dimisión del general Prats ha eliminado el principal factor de impedimento de un golpe”. El 26 de agosto, el diario Clarín lamentó el retiro de Prats. Escribió el editorialista: “El general Carlos Prats dimitió de su cargo para preservar la integridad del Ejército. En Chile se ha ido concretando una doctrina institucional, que fue reseñada por el general René Schneider y, posteriormente, completada y explicada por su sucesor en el cargo. Todos sabemos lo que le sucedió al general Schneider por ser fiel a sus principios... Al general Prats no lo asesinaron, seguramente porque no tuvieron la ocasión o tiempo, sino que lo hostilizaron y lo injuriaron con un odio que viene de la entraña misma de su ubicación como clase social. Este sentimiento lo contagiaron a ciertos subordinados que se dejaron engatusar por distorsiones y entonces el intachable militar optó por hacerse a un lado. Pero su conducta fue siempre respaldada por el verdadero pueblo y puede quedarle la satisfacción de que sirve de símbolo a una asociación entre el Ejército y el pueblo, única base posible de la unidad nacional y de la seguridad exterior...Pasarán los años y se conservará el recuerdo de este general que se desentendió de los halagos, que despreció las amenazas, que conservó el respeto por su uniforme y por las leyes, que consolidó la doctrina profesional de las Fuerzas Armadas y que se hizo a un lado con absoluto desinterés para evitar un quiebre de las fuerzas bajo su dirección”.
El 21 de marzo del 2006, el abogado y periodista, Gonzalo Vial, revivió las falsedades que se habían maliciosamente propagado acerca de Carlos Prats. Vial estaba probablemente consciente que se iba a demostrar que la muerte de este general había sido obra de la DINA y, por consiguiente, de responsabilidad de Pinochet a quien siempre ensalzó. En su columna habitual del diario La Segunda, tratando el tema de la abstención política de los militares, en forma marcadamente tendenciosa y absurda, pretendió demostrar que Prats se había convertido en un dirigente más de la UP, con nexos especialmente con comunistas y extremistas, que detestaba a la Derecha y que, lo más grave, había vulnerado la Constitución y las leyes. Parte de este sinuoso libelo fue el siguiente :“...Por su inteligencia, capacidad y labor profesional, patriotismo, enormes esfuerzos para hallar una salida al dilema de 1973, y trágico sacrificio último, merece el respeto y el recuerdo de todos, y particularmente de sus colegas de armas y del Ejército-institución. Pero no tuvo prescindencia alguna. Al revés, mostró ya una inclinación a hacer política antes de asumir la comandancia máxima y, en este último cargo, se politizó por completo.Llegado al mando máximo del Ejército (tras el asesinato de Schneider) junto con asumir Allende la Presidencia, Prats fue progresivamente politizándose y distanciándose de sus colegas del cuerpo de generales. Pues les prohibía que le hablaran de política, ni aún en términos amplios, pero él lo hacía incesantemente, y con una variadísima y numerosísima gama de jefes unipopulares y extremos: Carlos Altamirano, Luis Corvalán, Fernando Flores, Daniel Vergara...¡hasta el caudillo mirista Miguel Enríquez!. Y en tales conversaciones, el punto de vista de Prats era el mismo de sus interlocutores (Enríquez exceptuado) el de la UP.Sobre todo durante el último año del régimen, desde el paro de octubre de 1972 hasta el golpe –paralelamente a cumplir con profesionalismo sus funciones castrenses, en parte gracias al apoyo del Vicecomandante, general Pinochet (al cual elogia por esto en sus memorias)- Prats fue un dirigente más de la UP y de su gobierno. Gestionó entusiasta varias salidas a la crisis política, el diálogo con la DC, la gran tregua nacional- todas excluyentes de la Derecha, a la que terminó aborreciendo. Y como secretario de Estado hizo cosas que un militar y, más todavía, un mando máximo de militares, no debía hacer.Así, el Ministro del Interior/Comandante en Jefe Prats – para dar un solo ejemplo- confirmó mediante una circular secreta que, si un tribunal había concedido la fuerza pública, pero el caso era conflictivo, el Intendente o Gobernador – o sea el Gobierno- podrían suspender por plazo indefinido su cumplimiento, es decir, desobedecer al Poder Judicial (enero ¡973). Y, de ese modo, frustrando cuando ordenaba la devolución forzada de tierras, fábricas, comercios, etc., usurpados para constituir el área social. De una manera inequívoca, la más alta autoridad política después del Jefe de Estado, y la más alta autoridad del Ejército –las dos juntas en una sola persona- se ponían al margen de la Constitución y las leyes.
No necesitó hacerlo Allende, Presidente revolucionario. Lo hizo Prats por todos...”
De esta revisión de documentos, se desprende cuán valioso personaje fue el general Carlos Prats González. Por su jerarquía superior, fue víctima de la acción de Estados Unidos y de la derecha política chilena, incluido un sector mayoritario de la DC para que abandonara su querida institución. Exiliado en Argentina, el largo brazo de la DINA, al considerarlo un potencial riesgo para la dictadura de Pinochet, decidió eliminarlo. En la madrugada del 30 de septiembre de 1974, lo hizo volar en pedazos, junto a su esposa, al estallar una bomba de gran poder explosivo. El gobierno chileno se negó a hacerse parte de la investigación del crimen en Argentina. Y, trasladados sus restos al país, se negó a rendirle los honores correspondientes al cargo que había desempeñado, incumpliendo la promesa hecha a las hijas. La inquina de Pinochet a su ex jefe no tenía límites. Debieron transcurrir muchos años para que la justicia chilena, bajo presión de la Argentina- especialmente de la jueza María Servini de Cubría- aceptara hacer un juicio por la muerte de Prats. Luego, en la última instancia, debió sortearse la oposición del juez Ballesteros, quien deseaba aplicar la prescripción. Lo que resulta insólito es la dura condena del Ejército y del presidente Piñera que aparentemente no se dan cuenta que sus expresiones alcanzan al general Pinochet, principal responsable de la muerte del ex comandante en jefe.

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