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sábado, 31 de julio de 2010

Opinión: El odio. Por Héctor Salazar A. Abogado de Derechos Humanos, profesor de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano

Fuente Cambio 21

Palabra recurrente en los últimos días, esgrimida por quienes iban tras una ley de indulto para violadores de derechos humanos y cuyas expectativas se vieron frustradas, tras el anuncio del Presidente Piñera de que por ahí no va la cosa. Habría triunfado el odio y la sed de venganza vociferan.

Quiénes? Sí, es importante conocer e identificar a aquellos que alegan solo ver odio en quienes se opusieron a esa iniciativa. Desde luego, conviene precisar el concepto: Odio = “Antipatía y aversión hacia alguna cosa o persona cuyo mal se desea”, nos anuncia el diccionario de la lengua española, apuntando a un malévolo deseo de maldad hacia alguien.

Pero, retomando el hilo, ¿quiénes imputan este deseo negativo a esa mayoría de chilenos que manifestaron su rechazo a tal iniciativa? Claramente son aquellas personas que de una u otra forma fueron parte de la dictadura militar del general Pinochet: sectores de la derecha política, grupos de uniformados en retiro, personas que simpatizaron con ese régimen de facto y sectores conservadores de la Iglesia Católica.

Son ellos quienes atribuyen a un sector de chilenos estar motivados por el odio. Todos ellos siguen pensando que el régimen militar salvó a Chile del comunismo, es decir, según ellos, de las garras del demonio, y ese solo logro justifica cualquier exceso –digámoslo derechamente, crímenes horribles- en que se haya incurrido para la consecución de dicho fin; aunque hoy no tienen el coraje de reconocerlo.

En otras palabras, se trata de aquel concepto que en el renacimiento acuñó don Nicolás (Maquiavelo): el fin justifica los medios. Hoy se quejan porque las víctimas de aquello no perdonan y mas de algún purpurado se suma a ese coro hablando de la necesidad del perdonar, olvidando el magisterio de su propia iglesia respecto a su procedencia: necesidad de confesar el pecado, mostrarse arrepentido del mismo, manifestar la firme voluntad de no incurrir de nuevo en él, solicitar el perdón y someterse a la penitencia.

¿Se puede perdonar entonces si no hay un reconocimiento del hecho ilícito en que se participó, una genuina voluntad de arrepentimiento, un compromiso de “nunca mas” y gestos de reparación? ¿Ha sido esa la conducta de quienes hoy enfrentados a la justicia han sido condenados por crímenes brutales? Por cierto que no.

Entonces, ¿con qué derecho solicitan, por interpósita persona, ser perdonados? No es el odio el que mueve a miles de víctimas y sus familiares a oponerse a un indulto para los violadores de derechos humanos, como se sostiene, sino la necesidad de una reparación moral auténtica que aún se encuentra pendiente en nuestra sociedad. Imputarles odio no es sino una nueva forma de humillarlos, afectando su dignidad, esta vez de manera retorcida.


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