El presidente, Sebastián Piñera, se estaba acostumbrando a gobernar este país como un rey, que detentaba el poder absoluto: la prensa le es, hasta ahora, completamente servil, los ciudadanos se han convertido en consumidores y "clientes" de Dicom, la Concertación es un cadáver que cada día huele más a podrido y que nadie desea que retornen a seguir asaltando al Fisco.
El presidente de la república, considerando a los ciudadanos como seres fácilmente embaucables, ofrecía el oro y el moro, por ejemplo, una reforma educacional, cambios radicales en los hospitales, que hoy son un mierdero, eliminar el 7% que los jubilados pagan por la salud, entre otras gangas; tanta promesa empresarial escondía la idea de privatizar convirtiendo el Estado en un mísero ratón.
Los "gerentes del retail", que predominaban en el gabinete de "Napoleón III" han demostrado bastante incapacidad para enfrentar los principales problemas políticos ocurridos durante el primer año de gobierno. Cada vez que se sienten ahogados por un problema, demostrando una nula capacidad de enfrentarlo recurren, como salvavidas, a la mediación de un obispo de la iglesia católica que, gustosamente, se presta para mediar entre las partes involucradas, permitiéndole al gobierno salir del paso en cada brete - así ocurrió con la huelga de hambre mapuche y hoy con el conflicto con la asamblea ciudadana de Magallanes-; la verdad, a la iglesia le conviene jugar este papel de facilitador, pues está bastante desprestigiada por los delitos de pedofolia.
Este gabinete de los gerentes, con el agregado de unas "niñas bien, ¿cóm te a?" que componen la cuota femenina del gobierno, están dando muestras de altos niveles de descriterio - la reina de las metepatas, Ximena Osandón, empezó colocando la imagen de la virgen en la entrada de la sede de la Junji, y terminó sosteniendo que su "sueldo era reguleque, no más"; por el lado masculino, el ministro Jaime Ravinet no lo hace mejor al sostener, en la Comisión de la Cámara, que el puente mecano "valía callampa", y así suma y sigue.
A quienes no conocen el actuar de gerentes niños y niñitas "bien", les puede causar escándalo este tipo de vocabulario un tanto procaz, pero es el que emplea a menudo la clase alta que, por lógica, hoy más que nunca es dueña del país, que no es más que su tienda. ¿Quién puede admirarse de que el ministro de Defensa haya aprobado una casa por más de un millón de dólares para un general, cuando un alto porcentaje de los chilenos vive en la miseria? Para los miembros del actual gabinete sólo los siúticos pueden expresarse con propiedad y vivir en casas "ley Pereira".
Los políticos de la derecha vociferaban contra este gabinete de gerentillos, ignorantes en política: Carlos Larraín, Andrés Allamand y Pablo Longueira competían en epítetos despectivos hacia los ministros; el último profetizaba que el gobierno de Piñera sería el último de la Centro-derecha, una especie de profecía autocumplida.
Tanto fue el cántaro al agua que terminó por romperse; Piñera vive sólo de las encuestas y cuando éstas le son adversas no le queda sino hacer un giro radical: llamar a dos senadores políticos, Andrés Allamand y Evelyn Matthei, quienes representan a cabalidad a los dos partidos de la Alianza. A su vez, sacando a Ravinet en Defensa, no le queda ningún personajillo que no haya pertenecido, a alguna manera, a la Alianza por Chile.
Con el nuevo gabinete ministerial, la política chilena queda encapsulada en dos versiones miserables de la Alianza por Chile y de la Concertación. A lo mejor, ha llegado el momento de darle una buena patada a ambas coaliciones.
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