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viernes, 21 de enero de 2011

El gobierno de Piñera y el año en que Augusto Pinochet y el pinochetismo volvieron a la vida.

Por Luis Casanova R.

¿Es conservador aplicar la dictadura del pensamiento a todos los pinochetistas o hay que ser progresista y aceptar a una minoría que aún le prende velas a una persona que marcó a fuego el destino de muchos chilenos por avalar las violaciones a los derechos humanos?

El fuego cruzado que protagonizaron los diputados Iván Moreira y Gustavo Hasbún con Evelyn Matthei, nueva ministra del Trabajo nombrada por el Presidente Piñera, por el cupo de senadora que dejó vacante en la Cuarta Región y que le fue otorgado al también diputado por Melipilla y Talagante, Gonzalo Uriarte, reabrió la siempre tirante relación política que tiene el gremialismo con la figura de Augusto Pinochet Ugarte.

Para Moreira es inaceptable que la hija de un ex integrante de la Junta Militar (Fernando Matthei) haya “vetado” su opción de llegar a la Cámara Alta. Si bien la secretaria de Estado negó tales acusaciones (incluso se comentó que la identificación con la dictadura que ostenta el vicepresidente de la UDI sería perjudicial para su reelección el 2013 en una zona donde la Concertación es mayoría), el ex alcalde floridano no se calló nada al decir que el ingreso de Matthei a la política “tuvo que ver también con el gobierno de Pinochet”.

Nótese que las alusiones al fallecido ex mandatario de facto lo tuvieron de protagonista a fines de 2010, cuando un lector del semanario The Clinic tomó una fotografía de un monolito con su rostro instalado en una de los edificios corporativos de Walmart, firma que controla D&S (Líder) en nuestro país, en la comuna de Quilicura.

El asunto llegó a los medios de comunicación y a las redes sociales de internet luego de la denuncia que publicó Cambio21 y que generó que el busto fuera retirado por la nueva administración, toda vez que el anterior dueño de D&S, Nicolás Ibáñez, es un férreo partidario del Ejército y del gobierno militar. De hecho, aún se recuerda su vestimenta de batalla el año pasado cuando intentó defender uno de los supermercados Líder -después del terremoto del 27F- de los saqueos que afectaron a uno de sus locales de la VIII Región.

Hay que tomar en cuenta que el "pinochetismo" tuvo otro momento de gloria gracias a la defensa institucional que utilizó el abogado y ex senador de Renovación Nacional, Miguel Otero, el cual en su calidad de embajador en Argentina señaló en una entrevista que "la mayor parte de Chile no sintió la dictadura", y que la gente se "sintió aliviada" porque en este territorio se vivía "una guerra civil encubierta en todos los frentes". Según el dirigente, si el golpe de Estado de 1973 no hubiese ocurrido, "Chile hoy sería Cuba".

Demás está decir que Otero tuvo que renunciar al cargo y Piñera se deshizo en explicaciones sobre un suceso que a todas luces aún divide a muchos sectores, incluida a la derecha. Por eso vez que puede la familia Pinochet hace alusión al abandono que ha sufrido la memoria del recordado capitan general de parte de la Alianza, más aún desde que perdió protagonismo, influencia y poder.

El episodio más curioso se vivió durante la campaña parlamentaria 2009, específicamente en la candidatura a diputado de Rodrigo García Pinochet, nieto del ex Jefe de Estado, cuando fue duramente criticado por los postulantes de la entonces oposición, Cristián Monckeberg (RN) y Ernesto Silva (UDI), y el legislador gremialista en ejercicio, Julio Dittborn, uno de los fundadores de la entidad de calle Suecia. Hasta el diario El Mercurio censuró diversas cartas al director que mandó García en los que alegaba contra la Coalición por el Cambio.

Hoy el joven ingeniero usa como tribuna un blog de opinión y responde los requerimientos de la prensa vez que lo considera necesario, al igual que su madre, la concejala de Vitacura Lucía Pinochet. Para no ser menos, ambos personajes fueron consultados por el final de la serie "Los 80" en la que se narra el contexto político y social de la época, donde el clímax lo alcanza la vida de un militante del Frente Patrótico Manuel Rodríguez (FPMR), su relación con una universitaria opositora y la persecución que sufre por parte de los aparatos de inteligencia del gobierno, como la temida CNI, en el génesis de la planificación del atentado que se llevó a cabo el 7 de septiembre de 1986, en la cuesta de "Las Achupallas", camino al Cajón del Maipo. En la citada "Operación Siglo XX" salvó ileso Pinochet y el mismo García.

¿Sigue vigente el pinochetismo en Chile? La respuesta es obvia al indicar que varios ex alcaldes designados en la dictadura son parlamentarios de la UDI y RN y que diversos ex colaboradores del régimen son funcionarios de La Moneda como los ministros Joaquín Lavín (Educación) y Cristián Larroulet (Presidencia). ¿Es un pecado? Claro que no. Lo que quizás se esperaría como gesto es algo de reconocimiento por los favores concedidos, que no fueron pocos. En ese sentido, el reciente mea culpa que hizo el ex subsecretario Alberto Cardemil, actual diputado por Santiago y encargado de leer los escrutinios en el plebiscito del Sí y el No de 1988, por su papel en tal gobierno bien vale aplausos por mucho que algunos incorformistas lo consideren tardío e insuficiente.

Cardemil, al igual que sus colegas de la UDI María Angélica Cristi e Iván Moreira y el alcalde de Providencia Cristián Labbé, ex edecán del fallecido ex gobernante, todos orgullosos de ser pinochetistas, no rehúyen de su pasado y le dan una lección permanente a aquellos que prefieren esconderse y renegar del legado político y económico que le dio sustento a su existencia ideológica pertenecer y adherir a esta especie de doctrina que mandó en los 70 y 80.

Hoy el país se debate entre conservadores y progresistas. En este contexto, sólo cabe preguntarse lo siguiente: ¿Sería conservador o retrógrado aplicar la dictadura del pensamiento a todos aquellos que admiran a Pinochet o nos tildamos como progresistas si aceptamos a una minoría que considera lícito y moralmente aceptable prenderle velas a una persona que marcó a fuego el destino de muchos chilenos por avalar las violaciones a los derechos humanos como mecanismo de represión?

Mientras esto no pueda ser contestado o asimilado, tendremos pinochetismo por muchos, pero muchos años más, aunque le duela a algunos.

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