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miércoles, 15 de febrero de 2012

Acusadores buscan condenarlo por crímenes de lesa humanidad

Hopp, el hombre más enigmático de Colonia Dignidad


El segundo nombre más importante del enclave alemán, enfrenta a la justicia de su país con la boca cerrada. Ayer debía declarar ante la Fiscalía de Krefeld, pero respondió con mutismo y en un plazo de un mes deberá hacerlo por escrito. Esta es la historia del médico que arrancó de Chile en mayo del año pasado.

por Carlos Basso Prieto

Harmut Hopp Miottel, quien ayer compareció ante la Fiscalía de Krefeld (Alemania) es uno de los jerarcas más conocidos de la Colonia Dignidad, pero al mismo tiempo es muy poco lo que se sabe en concreto de él. Uno de los primeros registros oficiales acerca de su existencia se encuentra en los archivos desclasificados del Departamento de Estado de EE.UU, donde se encuentra un cable enviado el 12 de febrero de 1980 por una funcionaria del consulado de ese país en Santiago, con el rótulo de “Colonia Dignidad”.

Tras describir el enclave como un lugar que “siempre ha sido un misterio” y relatar las irregularidades en torno al hospital y el maltrato hacia los vecinos de la secta, la funcionaria Irma Gundermann relata que hacia 1968 o 1969 el líder oficial de la secta, Hermann Schmidt, la visitó en Santiago: “Herr Schmidt declaró que era el director asistente de la colonia y vino a mi oficina acompañado de un niño de alrededor de 18 años, de aspecto muy alemán, ojos azules, rubio, rosado. Este hombre Schmidt me dijo que estaban enviando a este niño a los Estados Unidos a estudiar medicina debido a que era el más brillante de su escuela y mostraba aptitud para la medicina. Lo que me llamó la atención fue que aunque el niño hablaba inglés bastante bien, y alemán por supuesto, no hablaba español. La conversación fue en alemán. Él fue enviado a alguna universidad en California, pagando sus gastos de sus propios fondos, y regresó unos pocos años más tarde de vacaciones. Lo sé, porque debido a que necesitaba una suerte de certificado para regresar a los Estados Unidos, yo intenté mantener una conversación con él, preguntándole qué le había parecido Estados Unidos, etc. Él era de boca muy cerrada y respondía con monosílabos, así es que me rendí”.

De su vida anterior se saben escasos detalles. Nació en Alemania en 1944 y desde pequeño formó parte de la Misión Social Cristiana, el grupo ultra bautista liderado por Schäfer en Siegburg, calidad en la cual fue trasladado a Chile en 1961. En los años 60, según el libro “Colonia Dignidad”, del periodista Gero Gemballa, intentó escaparse y llegó a Argentina, desde donde lo trajo de vuelta uno de los jerarcas de la colonia George Packmor, quien a su vez se fugaría en 1985.

Luego de cursar sus estudios en la escuela de la colonia, tal como lo relataba Gundermann, Hopp fue enviado a estudiar a la Universidad de Davis, ubicada cerca de Sacramento, al norte del Estado de California, en cuyas inmediaciones uno de los mayores traficantes de armas de la época de la Guerra Fría, Gerhard Mertins, poseía oficinas en las cuales funcionaba una de las sucursales de su negocio, la empresa Merex (Mercedes Export). Mertins, ex oficial de las SS y amigo de los criminales de guerra Klaus Barbie, Friedrich Schwend y Walther Rauff, era íntimo con Schäfer y pieza fundamental no sólo en el engranaje de compras de armamento en el Chile pre y post enmienda Kennedy, sino también uno de los principales propagandistas de Dignidad en el exterior. Él fue, entre otras cosas, quien fundó el Círculo de Amigos de Colonia Dignidad en Alemania y quien estuvo detrás de una serie de maniobras vinculadas a la colonia, entre ellas la internación (en 1987) de cerca de una tonelada de armas y explosivos, descubierta en Antofagasta a bordo de un buque.

Durante muchos años la existencia de las armas fue negada por la colonia y sus adláteres, hasta que finalmente el hallazgo de los arsenales que esta escondía en Parral y Bulnes, el 2005, confirmó lo que ya había sido dado a conocer en 1988 por uno de los jerarcas de la colonia, Hugo Baar, quien relató, tras escapar del recinto, que “sobre la cantidad de armas no puedo informar exactamente. Lo que yo compré fue adquirido en distintas etapas y enviado a Chile en diferentes despachos. Además, en la colonia hay armas que yo no adquirí. De dónde salieron, es algo que desconozco. Si estoy bien informado, en la colonia se construyen ametralladores, así como granadas de mano”.

Los colegas de Hopp

Por circunstancias nunca aclaradas, tras algunos años en Estados Unidos Hopp regresó a Chile, a concluir sus estudios de medicina en la Universidad Católica. Allí tuvo entre otros compañeros al médico Helmar Rosenberg Gómez, uno de los procesados como encubridores del homicidio del ex presidente Eduardo Frei, quien explicó el 2009 que lo conoció como “un refugiado de Estados Unidos”. Según Rosenberg, otros dos facultativos hicieron el nexo para que Hopp ingresara a la universidad, ante la exigencia de que el hospital de Villa Baviera contara con un médico chileno: “Una vez que Hopp se tituló como médico, concurría ocasionalmente al departamento (de anatomía patológica) para entregar muestras de biopsias. Desconozco si hubo un convenio con la Colonia Dignidad, ya que ellos atendían a personas indigentes y creo que en esa calidad se hacían las biopsias sin costo”.

Coincidiendo con el perfil de Hopp delineado por Gundermann, dijo que fue invitado por éste a Dignidad y que “me llamó siempre la atención la forma de mantenerse aislado del resto de las personas, recuerdo incluso haberle aconsejado a Hopp que cambiara su política de mantenerse al margen del resto de las personas, sobre todo descendientes de alemanes”.

Otro de sus compañeros en la UC, de tercer a quinto año (y también procesado como encubridor en el caso Frei), fue el médico Sergio González Bombardiere, quien precisó a los detectives que investigaban el homicidio de Frei Montalva por instrucción del ministro Alejandro Madrid, que en la época en que él trabajaba en el mismo departamento del Hospital de la UC que Rosenberg, era frecuente que Hopp o su esposa llegaran hasta allá llevando muestras histológicas de pacientes del Hospital de Villa Baviera, y que habitualmente él, Rosenberg y otro médico (Benedicto Chuaqui) conversaban con el visitante en alemán.

También lo conoció el veterinario Sergio Romero, funcionario del Instituto de Salud Pública, quien declaró el 2002, en el marco de la misma indagatoria, que mientras estaba a cargo del bioterio. El documento señala que “aproximadamente en 1980 llegó un médico de Parral a comprar en dos oportunidades conejos de laboratorio y años después por la prensa audiovisual (Romero) lo reconoció con el Dr. Hopp de Colonia Dignidad”.

¿Cuál era el objetivo de la compra de animales de laboratorio? Sólo Hopp lo sabe, aunque todo apunta a que eran utilizados para experimentación. La existencia de cobayos al interior de la Colonia, en todo caso, es antigua, si ha de creerse a Paul Schäfer. En la investigación que lo condenó junto a otros colonos por la muerte del ex integrante de la DINA Miguel Ángel Becerra Hidalgo, asesinado al interior del enclave en 1974, cuando pretendía escapar de allí, Schäfer asegura que cuando le dijeron que el agente había muerto por comer una manzana envenenada, el líder de la secta aseguró que tras recibir la fruta, él se la dio de comer “a las lauchas”, que murieron enseguida. La verdad, sin embargo, es que Becerra pereció a consecuencia de la administración de algún pesticida, que nunca pudo ser precisado con exactitud.

Otra de las razones por las cuales podrían haberse mantenido animales de laboratorio en la colonia es la producción de gas sarín. A los testimonios que dan cuenta de la presencia del químico de la DINA Eugenio Berríos al interior del recinto, se suman las sospechas de ex investigadores en el sentido de que la colonia almacenó o produjo sarín entrados los años 90. Al respecto, cabe recordar que en el proceso por el homicidio del ex canciller Orlando Letelier, la ex secretaria de Michael Townley, Alejandra Damiani, declaró en 1991 que en la casa de Townley en Lo Curro, donde tenía su base el “proyecto Andrea” (es decir, la producción de armas bacteriológicas y químicas por parte de la DINA), “recuerdo haber visto experimentos con ratones”. De acuerdo al libro “Laberinto”, escrito por el ex fiscal del caso Letelier, Eugene Propper, Townley comenzó a estudiar el gas sarín en Alemania, donde estuvo antes y después del atentado en contra de Bernardo Leighton, y donde permaneció en contacto con el jerarca de la colonia Albert Schreiber, quien luego ayudó a exportar a Chile (utilizando las franquicias tributarias de que gozaba la colonia) los materiales para el laboratorio de armas químicas que Townley compró en Europa.

Lo que en todo caso es claro, es que ya en 1974 Hopp, pese a su juventud (en esa fecha tenía 30 años), era un hombre importante en el aparataje de la Colonia y ello se desprende de las declaraciones de Federico Willoughby, el ex asesor de prensa de Augusto Pinochet, quien dijo (también en la investigación por la muerte de Becerra) que habitualmente lo contactaban desde la colonia y que con ocasión del homicidio del agente de la DINA, quien lo llamó “puede haber sido Schreiber o Harmut Hopp”. Schreiber era la mano derecha de Schäfer, el encargado de los asuntos legales de la colonia y, al igual que Hopp, huyó hace varios años del país rumbo a Alemania, donde nunca fue habido. Según diversos rumores, habría fallecido allá el 2008.

Un hombre a la moda

En 1987, Gero Gemballa llegó hasta los límites de Villa Baviera empecinado en hablar con Hopp (a quien describió como “el ministro de Relaciones Exteriores” del enclave). Pese a la resistencia del guardaespaldas de Schäfer, Gerhard Mucke, finalmente logró que el médico apareciera: “El señor con el delantal de médico no se me presenta. El doctor Hopp no necesita credenciales. Se distingue de sus dos acompañantes por los accesorios a la moda. Un reloj pulsera Citizen, lentes oscuros de Lacoste. En el delantal lleva una pequeña placa como las que usan los radiólogos”, relató el periodista, que acto seguido fue detenido por Carabineros de Parral. Según Gemballa, Hopp era “un confidente personal de la familia Pinochet. Más estrecho aún que con Augusto César Pinochet es su vínculo amistoso con su esposa Lucía”.

Un año más tarde, en el marco de las indagatorias iniciadas en el parlamento alemán, Gemballa y Hopp se volvieron a ver las caras. Allí el periodista narró nuevamente el encuentro y la forma en que fue entregado a la policía uniformada, ante lo cual Hopp replicó con su voz gutural que “me siento ofendido por las palabras del señor Gemballa”, desatando la risa de la mayoría de los diputados.

Posteriormente, Gemballa recordó que “pregunté, por ejemplo, si en la colonia hay aparatos para golpes eléctricos y me dijeron que sí, que tenían porque este es un viejo sistema científico que es utilizado en la terapia médica que usan los siquiatras, pero que estaba fuera de uso”. Precisamente la administración de electroshocks (además de sicotrópicos y torturas) es una de las acusaciones que pesan contra Hopp en Alemania, pues pese a que ya existe un fallo en Chile que condenó a Schäfer por las lesiones graves y menos graves recibidas por ocho jóvenes alemanes (que eran calificados de “rebeldes” al interior de la secta) entre los años 70 y 80 al interior del “Neukra”, el hospital de la colonia, Hopp no fue condenado en ese caso.

El caso Maino

Otra de las causas por delitos de lesa humanidad que enfrenta el médico es la correspondiente al caso del secuestro calificado Juan Maino Canales, causa “madre” de todas las relacionadas con la colonia. En dicho caso, Gerhard Mücke declaró que la citroneta que fue robada por la DINA a Maino (secuestrado en Santiago en 1976, junto a Elizabeth Rekas y Antonio Elizondo) era la que usaba Hopp para desplazarse a la universidad. En las declaraciones que Hopp alcanzó a prestar en el proceso reconoció que sabía que varios vehículos de detenidos desaparecidos habían sido sepultados en fosas al interior del fundo. Aunque en la sentencia dictada a fines de enero por el ministro Jorge Zepeda, Hopp fue sobreseído temporalmente por rebeldía, ahora se busca que responda en Alemania por ese caso.

Todos quienes conocen de cerca a la Colonia Dignidad coinciden en que hay varios millones de dólares “perdidos”. Es tan complejo el entramado financiero construido por Schäfer y sus acólitos, que incluso el propio Hopp parece no saberlo muy bien. Una de las pistas más firmes, sin embargo, la aportó el mismo Hopp al declarar en la causa por tráfico de armas, en declaraciones que terminaron por derribar a principios de 2010 al entonces recién nombrado gobernador de Bío Bío, José Miguel Stegmeier.

En dicha causa, el médico aseveró que regresó sólo en 1978 a la colonia (lo que se contrapone por lo declarado por Willoughby) y que a su arribo le correspondió firmar un convenio con el Servicio de Salud Maule. Describió el funcionamiento del hospital y aseguró que nunca tuvo que ver con los “tratamientos siquiátricos” que se realizaban en el “Neukra”, asegurando que estos estaban a cargo de la doctora Seewald, a quien también acusó de utilizar medicamentos sin rotulación.

Pese a sus dichos iniciales, “reconoce que le correspondió efectuar tratamientos siquiátricos a Hans Peter Schafrik, Gerd Schafrik y Jurgen Szugerliez”. Según él, a los dos primeros les fue bajando paulatinamente “las dosis”, lo que les originó una psicosis. Además, aseveró que nunca ocupó los electroshocks, pues asegura que estos se aplicaron cuando él estudiaba en Santiago. Valga mencionar que precisamente el fallo que condenó a Schäfer por lesiones graves se refiere, entre otros casos, a las torturas sufridas por los ciudadanos germanos antes mencionados.

En cuanto a los dineros, se expresa que “conoce de un fondo que existía en Chile, depositado en fondos mutuos, que había tomado el señor Albert Schreiber”, platas que comentó fueron posteriormente depositadas en el extranjero, en una cuenta que Schreiber determinó.

Además, se precisa que “hizo un viaje a la isla St. Kitts para contactarse con una persona, pues el señor Schäfer al no tener pasaporte necesitaba documentarse. Después de unos contactos iniciales viajó a la isla, conversó con autoridades locales y le consiguió un pasaporte, que para eso necesitaba Schäfer hacer una inversión en un departamento en un complejo turístico. El valor de la propiedad fue de US$ 250.000”.

Eso no es todo: “Sabe de giros y depósitos que se hicieron por parte del señor Schreiber y Matthusen; que existían dos o tres cuentas en el extranjero, las que iban cambiando de titular. Refiere que esto ocurrió hasta el año 2000. Expresa que luego estos fondos fueron entregados a terceras personas que los han manejado en forma independiente. Y no tiene participación ni conoce de esos manejos. Asevera que el señor José Miguel Stegmeier era uno de los que manejaba estas inversiones. Las restantes personas que administraron los recursos son Enrique Veloso y Edgardo Neumann. No sabe si se maneja sólo estas cuentas o lo hace con estas otras personas. Añade que hay cuentas en islas del Caribe. Que se efectuaron los depósitos a nombre de una sociedad, la que posteriormente trasladó el dinero a Chile, y se compraron propiedades al igual que en Chile. Se trata de un campo de nombre “Tierra Negra”, ubicado en Los Ángeles hacia la Cordillera, de un valor de US$ 1.000.000 a esa época. Dicha propiedad, añade, se adquiriría con cargo a fondos que se encuentran en Canadá. Precisa que estos fondos garantizan el valor total y más de la propiedad. Que la adquisición debe haber ocurrido hace unos 4 años atrás y que fue adquirido a una persona natural, al parecer de apellido Belt. Que tomó conocimiento de esta compra por parte del señor Blank y el señor Riesland”.

Finalmente, Hopp explicó que además de los dineros en el Caribe y Canadá, existió también un remanente en Uruguay y especificó que parte de esos fondos se usaron para comprar las propiedades en que Schäfer se escondió en Argentina. Relató que había una cuenta que se usó para ello, en el Chemical Bank de Nueva York. Otras cuentas que poseía la colonia (aunque Hopp no las mencionó) estaban en el Kreissparkasse y en el Dresdner Bank.

Asimismo, dijo que nunca compró armas, pero que sí “en una oportunidad que regresaba de Alemania, pasó por Estados Unidos para adquirir equipos médicos y en forma telefónica se le encargó comprar elementos electrónicos, tales como cámaras de vigilancia”. El fallo agrega que “entre el año 1985 a 1987, adquirió otras cámaras para instalarlas en diferentes puntos sensibles del fundo, como una forma de defensa”. No obstante, en la misma sentencia constan las declaraciones de Aldo Cádiz Coppia, quien admitió haber vendido dos pistolas a Hopp.

Lo que podría suceder

Pese a que la fuga de Hopp a Alemania (en mayo del año pasado y antes de que dictara el “cúmplase” en la condena a 5 años y un día que recibió como encubridor de los abusos sexuales cometidos por Schäfer) obedeció al hecho de que ese país no extradita a sus connacionales que son requeridos por tribunales de otros países, aparentemente no contaba con que en su contra pueden recaer acusaciones aún más graves que las que podría enfrentar en Chile, pues en definitiva, además de ese caso, ahora se le intentará perseguir además por otros dos casos en los cuales no resultó imputado por la justicia chilena y, además, será perseguido bajo la figura de delitos de lesa humanidad, que son imprescriptibles.

El ex fiscal y profesor de Derecho Penal Andrés Cruz, explica que en términos estrictos, el sistema procesal alemán es bastante semejante al chileno, pero agrega que allá “si un fiscal ordena una comparecencia a declarar, es porque seguramente la persona a la cual está citando ya posee la calidad de imputada en la causa”.

Al respecto, precisó también que pese a lo recientemente ocurrido con el juez Baltazar Garzón, “hay varios países europeos, especialmente Bélgica, Alemania y Francia, en los cuales la doctrina mayoritaria es que sus tribunales pueden perseguir delitos de lesa humanidad cometidos por ciudadanos alemanes en cualquier parte del mundo y en contra de ciudadanos de cualquier nacionalidad”.


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