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jueves, 17 de febrero de 2011

Teatro Judicial

por Alberto Espinoza Pino

El juicio a los comuneros mapuche acusados de terroristas está a punto de consumar una farsa judicial. Después de varios meses y de prolongadas y burdas audiencias, se fue configurando la “mise en escene” (puesta en escena), el lugar: la sala de audiencias del Tribunal del Juicio Oral en lo Penal de Cañete, los actores: los jueces, los fiscales del Ministerio Público, los abogados querellantes representantes de las empresas forestales, los abogados del Estado de Chile representando al Ministerio del Interior, la policía de Carabineros e Investigaciones, que participaron como testigos y peritos, y como actores estelares los testigos secretos y los paniaguados de las forestales, y desde luego, los carceleros de Gendarmería para garantizar el orden en la sala y el despliegue escénico de los actores.

Todos ellos, sin excepción, de manera coordinada y armónicamente desplegaron en el escenario público y ante la presencia de observadores internacionales y nacionales una serie de actuaciones con la retórica de juglares, conjugando con habilidades mas bien bufonescas los distintos géneros teatrales: la comedia, el drama y la tragedia, una extraña mezcla de circo romano y del teatro griego, el vestuario mas bien convencional con algo de siutiquería, ternos grises o azules, a veces a rayas, corbatas con nudos anchos de pura seda, rostros serios y circunstanciales, mirada severa e inquisitiva, una solemnidad barata y de poca monta.

El libreto, bien aprendido y monocorde, ni más ni menos que la Ley Antiterrorista, con todas sus letras, párrafos, artículos e incisos, la ley de Pinochet, la ley de la dictadura militar, del gobierno de Bachelet y de todos los gobiernos de la Concertación, la misma ley de entonces, de aquellos tiempos oscuros aplicada ahora con toda su catadura, la que prohíbe la libertad provisional, la que permite la interceptación de las comunicaciones, la de los informantes, "sapos" y soplones, la que permite detener sin formalizar cargos por diez días, la que permite conjuntamente con la prisión preventiva otras medidas cautelares, la de los testigos secretos, sin rostro, que pueden cambiar posteriormente su identidad y que pueden recibir pagos, o más elegantemente ser aprovisionados de recursos económicos suficientes para el cambio de domicilio y otras yerbas, la que permite el secreto de la investigación por seis meses, la que establece una tipificación que lesiona el principio de legalidad, la que desconoce la presunción de inocencia, el derecho a defensa, el debido proceso y el juicio justo.

Las víctimas de la farsa: un grupo de comuneros mapuches encarcelados, que asisten a la puesta en escena esposados, y sus familiares, los que han luchado durante años por sus tierras ocupadas por las forestales, por su cultura, por su dignidad de pueblo, apoyados por abogados que despliegan toda su inteligencia para impedir la flagrancia de una farsa que se consuma de manera continuada, con evidente impunidad.

Que termine la farsa, ya es suficiente con la prolongada prisión preventiva, a desarmar la tramoya, ni terrorismo ni delito común, solo la libertad para todos los presos políticos mapuche, para terminar la obra con un mínimo de dignidad…

Que baje el telón.

(*) Abogado.

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