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martes, 15 de junio de 2010

Piñera, Pinochet, Allende, Hitler y un pasado que nos salpica a todos. “Culpas históricas” en la crisis institucional de 1973 vuelvan a tomarse la agenda política. ¡Para qué!

Fuente Cambio 21

En tiempos de reconstrucción post terremoto, efervescencia mundialista y un gobierno de derecha recién llegado tras cuatro gestiones de centro-izquierda, llama la atención que los políticos de todos los partidos vuelvan a traer a la palestra un debate político que tiene 40 años de data.

En la siempre ingrata labor de buscarle responsables a todo, se tendría que decir que todo nació con la nominación de Miguel Otero como embajador de Chile y en Argentina, nación que -al igual que nuestro país- tiene una sensibilidad especial con los regímenes de facto y las violaciones a los derechos humanos, dado que también vivió cosas similares entre 1976 y 1983.

Podríamos echarle la culpa al propio Otero, quien a pito de nada hizo una anacrónica defensa de la dictadura de Augusto Pinochet que empezó hace 37 años, pero que terminó hace más de 20 y que ha tenido como continuidad a cuatro gobiernos democráticos, sí, cuatro.

Peor aún, deberíamos achacarle la nueva pelotera política que se armó entre la Concertación y la derecha a José Piñera, ex ministro del Trabajo en tiempo de la Junta Militar y a la sazón hermano del Mandatario, quien tuvo la insólita idea de comparar al fallecido ex Presidente Salvador Allende con el mismísimo Führer, Adolf Hitler.

“Quien desde el poder viola la Constitución de un país es quien le da un golpe al sistema democrático y deviene tirano. El caso más famoso de la historia fue el de Adolf Hitler en 1933: fue elegido democráticamente y devino en tirano”, dijo José, el más díscolos de los Piñera para los que pensaban que era Miguel, “el negro”.

El tema, por cierto más que manoseado, molestó a la alta dirigencia del Partido Socialista, entre ellos, a la hija del popular “Chicho”, Isabel Allende, y al ex timonel PS, Camilo Escalona. Para la senadora por Atacama, las declaraciones del ex secretario de Estado “son tan grotescas que de verdad no merecen una respuesta ni de 5 minutos”. Incluso agradeció la defensa que dio a nombre del Ejecutivo el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, quien calificó como “inconcebible, repudiable y rechazable” tan innoble comparación.

El problema es que José Piñera sentenció desde el frío e impersonal Twitter que “Hinzpeter miente. De manera brutal e irresponsable. Compromete la fe de la República y arrastra al Presidente. Debe disculparse hoy o renunciar”.

No ayuda para nada a enfriar esta polémica artificial el senador Escalona, sobre todo luego de señalar que el hermano del Mandatario “desnuda el alma pinochetista” del gobierno y que “tiene la misma enfermedad que Pinochet y otros genocidas que llevaron a confundir a Allende con el peor genocida del siglo XX. Creo que hay una familia de dictadores. Hitler, Stalin, Idi Amín Dadá, Pinochet, Stroesnner. Es una familia de dictadores que asoló nuestro planeta”.

Tu culpa y otra más

Tanta palabra suelta lo único que hace es generar más palabras sueltas, por lo general, más dañinas y disonantes que las anteriores. El timonel reelecto de Renovación Nacional, Carlos Larraín, para variar, le echa la culpa a la izquierda chilena, porque a su juicio, “prefirió hacer puente con la izquierda argentina antes que respaldar a su propio gobierno. Eso fue muy feo, porque nosotros tenemos un buen queso con Argentina en adelante”.

Mientras tanto, Otero volvió a su estudio jurídico y a su cátedra de Derecho y por nada del mundo se arrepiente de haber dicho que “la mayor parte de Chile no sintió la dictadura de Pinochet”.

José Piñera, ni tonto ni perezoso, argumentó en la nota que publicó la revista “Perfil” que “quienes de verdad removieron a Allende fueron los 81 diputados chilenos (63,3% de la hemiciclo) que votaron a favor del acuerdo” que hizo posible la intervención de los militares en el gobierno del doctor socialista. Además, puso el dedo en la llaga al comentar que el trato fue respaldado por todos los legisladores de la Democracia Cristiana y que el propio Eduardo Frei Montalva (Jefe de Estado desde 1964 a 1970) “promovió la remoción de Allende”.

En respuesta, Isabel Allende responsabiliza a Piñera José de haber implantado las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) “cuando prácticamente obligaron a los empleados públicos a tener que ceñirse a este nuevo sistema, que hasta el día de hoy tenemos una deuda y un daño previsional que estamos tratando de compensar”.

Para rematar, Hugo Gutiérrez, diputado comunista, lo comparó con Goebbels (Joseph), encargado oficial de la propaganda de Hitler. ¿Quién sigue?

Frialdad y futuro

Comparaciones más, comparaciones menos, frases para el bronce por aquí y frases para el bronce por allá, lo único cierto es que este extraño revival pasado de moda no beneficia a nadie.

Primero, entorpece a la propia derecha en su tarea de escoger a sus nuevas y efectivas autoridades de gobierno, ojalá y ahora sí, lejos del pasado dictatorial de los 70 y los 80. Segundo, deja en evidencia el error garrafal que cometió Sebastián Piñera al elegir a Otero como embajador, el cual su jefe de gabinete, Rodrigo Hinzpeter, quiso limpiar al tratar en duros términos a José Piñera, autor de la comparación de la semana, perdón, del año.

Tercero, tampoco ayuda a la relación de las huestes concertacionistas que hoy comparten la misma trinchera opositora, sobre todo la DC y el PS, protagonistas de una historia que nadie quiere recordar y que ya fue difícil de superar en los duros tiempos de la dictadura pinochetista y en la reestructuración de la democracia con el triunfo del No y de Patricio Aylwin en 1988 y 1989, respectivamente.

Y cuarto y final, todos los discursos de futuro que plantean los años y señores de la política chilena se caen en un segundo con peleas de este nivel que el próximo septiembre, mes del bicentenario, cumplen 40 años. Es cosa de mirar las encuestas de opinión para percatarse de la baja adhesión que hoy tienen los dirigentes de los partidos.

Acá lo único claro es que la crisis institucional de 1973, como todas las crisis, no se originó sola. No hay santos ni inocentes, fue una olla a presión que explotó por culpas compartidas y añosas disputas provenientes de la izquierda, la derecha y el mismo centro encarnado en la DC.

Pensar lo contrario es cegarse y no mirar las cosas con una perspectiva real, fría e impersonal que este caso merece. Tan frío como el Twitter de José Piñera, tan frío como el actual clima político que nos congela día a día.

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